Cuando la reanudación de la vida pública nos permita regresar a las salas de cine, la industria del cine mexicano, más que a una Nueva Normalidad, entrará a una dimensión desconocida.
El 15 de junio es la fecha dada por el gobierno para reabrir los cines escalonadamente. Los aficionados a la gran pantalla que decidan retomar la rutina cinéfila tan pronto como dentro de un mes, ya esperan cambios en su experiencia dentro de estos complejos: chequeo de temperatura, distanciamiento, salas de capacidad reducida, etc. El cambio radical (que algunos no esperan) será lo que se proyecte en pantalla cuando las luces se apaguen.
Los meses de junio y julio son el periodo estelar y más competitivo para la taquilla. Reservado para superproducciones de Hollywood con miras a batir récords de asistencia, en tanto que el cine mexicano, para no desperdiciar recursos en una competencia desigual con Hollywood, busca fechas que le favorezcan mejor captando audiencia. Suele ocupar los fines de semana entre en enero y marzo, o bien, los de septiembre, aprovechando el ánimo del mes patrio para exhortar a los espectadores a apoyar al cine nacional.
Este año, ese plan de acción se verá retado. Llegado junio, existirá un vacío de cine comercial. Las cintas más esperadas que representaban el grueso de la temporada de verano migraron al 2021. Entre las que se fueron, destacan F9 (de la saga Rápido y Furioso) Minions: Rise of Gru (de la franquicia Mi Villano Favorito) y The Batman. Solo quedan, para finales de julio y agosto, Tenet y Mujer Maravilla 1984. Para septiembre y noviembre, respectivamente, Un Lugar Silencioso 2 y Sin tiempo para morir.
México es el cuarto país con más pantallas de cine en el mundo. Cada mes, casi el noventa por ciento de esas pantallas lo abarcan estrenos de Estados Unidos. Sin la oferta norteamericana durante los meses que reportan la mayor cantidad de asistentes a las salas en todo el año, las exhibidoras y distribuidoras del país se verán en la necesidad de recompensar la cartelera. ¿Pero con qué?
Posiblemente con más cine norteamericano, aquel que estaba enlatado por ser de dudosa calidad. Puede ser que con cine extranjero. ¿O, por qué no, con cine mexicano?
Al ocupar las vacantes dejadas por los grandes estudios que huyeron de la pandemia, las producciones nacionales recibirían un espacio inédito en una cartelera relativamente despejada de franquicias norteamericanas durante dos meses. Las variables son demasiadas para poder pronosticar el éxito de esta idea: ¿la gente regresará a las salas?, ¿cuánto costará un boleto de cine que absorba los costos de una infraestructura adecuada a las normas sanitarias?, ¿si el cupo de las salas se reduce, las películas durarán más tiempo en cartelera?, ¿y si las distribuidoras, en vez de aprovechar el verano vacante, optan por vender sus títulos a las plataforma de streaming? Pese a todas las preguntas la oportunidad estará allí.
¿Puede el cine mexicano recuperar espacios de exhibición mientras Hollywood está en su momento más vulnerable? Lo sabremos dentro de un mes.
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