Universal Pictures se dispone a iniciar Dark Universe; serie de películas centradas en monstruos –en su mayoría– de la literatura clásica de horror. Drácula, Frankenstein, La novia de Frankenstein, La Criatura de la Laguna Negra, El Hombre Invisible, El Fantasma de la Ópera y El Jorobado de Notre Dame serán los integrantes de esta franquicia que tendrá engranaje similar a los multiuniversos de Marvel y DC. La primera entrega y pieza detonante del Dark Universe es La Momia. Es dirigida por Alex Kurtzman, de quien poco sabemos como director; y estelarizada por Tom Cruise, cuyos superpoderes en pantalla grande todos conocemos.
El prólogo de La Momia retrocede a los tiempos del antiguo Egipto para presentarnos a Ahmanet (Sofia Boutella), una princesa que vende su alma al dios Seth para ascender al trono que le ha sido negado luego de que su padre, el faraón, tuvo un hijo varón. Antes de consumar su pacto con Seth, Ahmanet es detenida y momificada como castigo. Siglos después, en la actualidad, la trama nos lleva a Irak, en donde Tom Cruise interpreta a Nick Morton, un soldado y buscador de reliquias que durante un operativo militar desentierra la tumba de Ahmanet. En este hallazgo interviene Jenny Halsey (Annabelle Wallis), la arqueóloga a la que Nick sedujo para robarle el mapa de la tumba. Jenny coordinará el traslado del sarcófago de Ahmanet hasta Londres para su investigación, en donde un grupo secreto tiene misteriosos planes para este descubrimiento.
Viendo La Momia llegué a un punto en el que no sabía si estaba viendo una presentación ejecutiva con todo lo que una película no debe de hacer jamás o una película que en efecto iba a estrenarse en salas comerciales. Temáticamente, esto es momia, zombie, posesión demoniaca y Misión Imposible a la vez; lo cual dificulta que percibamos a qué clase de mundo nos quiere inducir el “dark universe” y cómo debemos responder una vez dentro de él: con risa, horror o adrenalina. Las tres reacciones son combinables; en su caso, La Momia falla dolorosamente al incorporarlas en su tono. Dolorosamente, les digo. El humor aquí es distracción más que acierto. Los chistes caen al suelo porque Tom Cruise está demasiado concentrado en salvar al mundo. Para colmo, le pusieron al lado a Jake Johnson en un personaje cómico de pena ajena.
La confusión en este concepto empeora si hablamos de la historia, que pasea por épocas y territorios sin esclarecer la importancia que tienen para la trama y cuando el personaje de Russell Crowe aparece (él es, digamos, el Nick Fury que conectará a las películas y protagonistas de la saga) su identidad es débil, su misión ambigua y la organización que dirige no se sabe si es escuela, agencia u orfanato, etcétera.
El hecho de que Tom Cruise tenga el crédito principal suena a “¡Toma esto, Marvel!”. En realidad solo eleva las expectativas al doble para esta producción y la somete a una evaluación más rigurosa. Aunque Cruise ha tenido su cuota de fracasos, su determinación y control de calidad para hacer auténtico entretenimiento no tiene igual. El problema aquí es que él solamente protagoniza. No produce, no controla, ni dirige secretamente la película, como lo hace en los proyectos que le apasionan. Claramente, este no es uno de ellos.
El único estándar de excelencia de Cruise que más o menos aplica en La Momia es el de ceder el reflector a una actriz para que se luzca. En el papel de la momia, Sofia Boutella es lo más rescatable y en su preparación para este papel parece haber estudiado más videos musicales de Rihanna que películas de Boris Karloff. ¿Qué tan caótica será esta película que las feministas no detectaron y celebraron que el rol de la momia, que fue exclusivo para hombres por décadas enteras, lo interpreta una mujer?
La Momia es víctima de su desesperación por establecer el terreno de juego de su universo oscuro. Me han preguntado mucho si tiene escenas post créditos. Mi recomendación es no quedarse a las escenas que pasan antes de los créditos.
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