Con la misma cara de tristeza que lo volvió un meme, Ben Affleck protagoniza un thriller en el que varias subtramas se pelean por ser el mensaje principal y un giro de trama nos aguarda en cada esquina. Para efectos de tenernos al borde del asiento, emocionados por la acción en pantalla, El Contador es recomendable, mientras nadie se detenga a pensar qué tan extraños son los componentes de su historia.
Christian Wolf (Affleck) es un contador forense con doble giro. Su fachada legal consiste en reexaminar los estados financieros de empresas para evitarles problemas legales. En secreto, hace lo mismo para criminales, narcotraficantes, traficantes de armas y toda clase de especímenes del delito. En un salto al pasado descubriremos tres claves para entender el estilo de vida de este personaje: que desde su infancia fue diagnosticado con autismo y, a la vez, considerado un genio matemático; y que su madre abandonó a su familia, huyendo a la responsabilidad de criarlo. Para calmar las sospechas de una agente del gobierno que lo está investigando, el contador toma un caso más complejo que lo mantenga a la vista del gobierno en actividades lícitas. Una compañía fabricante de prótesis le encomienda analizar sus reportes financieros en los que, se sospecha, hay manejos sospechosos de dinero. Cuando Christian encuentra el problema, una serie de represalias cada vez más peligrosas comienzan a sugerir que, después de todo, este no era un caso inofensivo.
Si las películas en cartelera fueran un reflejo de la bolsa de trabajo, sólo habría empleos para abogados, policías, escritores y editoras de revistas. Esta cinta es la primera en postular a la profesión menos cinematográfica como pieza esencial de una trama de acción y suspenso. Hay que reconocer el valor de su director, Gavin O’Connor, para dedicar tiempo y trama a mostrarnos que hay emoción en ver a un oficinista arrastrando el lápiz en hojas de cálculo, gastándose la tinta de plumones, escribiendo números de pared a pared. La rutina y oficio del contador no son el grueso de la película, pero aún como punto de partida es inusual. Tan pronto como los dotes contables de Affleck van destapando fraudes, comienzan a entrar los asesinos a sueldo, la persecución frenética, los flashbacks a su drama familiar y los avances de su pesquisa. Aunque muy disímiles, las subtramas están bien calibradas. Lo extraño es la mezcla de emociones: el suspenso cerebral de una auditoría que pone en jaque los altos mandos de una empresa, el drama de un flashback que concientiza sobre el autismo y la adrenalina de la persecución entre sicarios invencibles. No es que una película deba dictar al espectador qué sentir, pero la naturaleza de El contador está dividida entre ser un drama, ser un thriller y, a veces, hasta una comedia criminal.
Affleck muestra más superpoderes que su nuevo Batman en secuencias en las que cada golpe y disparo están subrayados con una violencia enfermiza. Pese a enfocarse por completo en las virtudes y demonios del protagonista, El Contador no es del todo un vehículo promocional para el talento Affleck. En el reparto hay titanes como John Lithgow, J.K. Simmons y Jeffrey Tambor.
Las ideas más inusuales y menos atractivas se reúnen en El Contador, cinta completa, punzante y con giros que nos tomará unos segundos digerir. En busca de un thriller diferente, Gavin O’Connor encontró uno atípico y ligeramente bizarro, cuyo desenlace nos dará respuestas y esa terrible sensación de regularizarnos en Hacienda.
@amaxnopoder