Somos cientos de aficionados a los que nos gusta la fiesta brava. En gran parte del territorio mexicano miles y quizá millones de mexicanos y mexicanas disfrutamos de la belleza de la tauromaquia. Los domingos en punto de las cuatro de la tarde, niños, jóvenes, adultos y ancianos se acercan a disfrutar del espectáculo de los toros.
Carlos Fuentes escribió en un exquisito libro llamado El Espejo enterrado: "La fiesta brava es un acto hermanado de saber y de fe. La sociedad separa el conocimiento y la creencia. El rito taurino los reúne: en la fiesta, se sabe porque se cree y se cree porque se sabe. La tauromaquia no se engaña ni nos engaña". Hermosa frase de uno de los mejores escritores mexicanos, sin embargo, lo que Fuentes no sabe es que en la plaza de toros se nos reprime a los amantes taurinos y, es que en dicho lugar se prohíbe ingresar alimentos y bebidas.
En estas fiestas de feria Pachuca 2017, acudí con mi familia, como frecuentemente suelo hacerlo a una corrida de toros, esa tarde se nos había antojado probar dentro de la plaza un poco de jamón serrano y queso español; mi hija de siete años había decidido disfrutar de un jugo de mango. Desagradable sorpresa, al momento de ingresar y sin ningún derecho, nos solicitaron abrir nuestras bolsas, por supuesto que accedimos sin tener ningún afán de entrar en conflicto con el personal de seguridad, en ese momento nos confiscaron nuestros productos argumentando que era una decisión de la empresa taurina, llamada Innovación Taurina. ¿Con qué derecho nos piden abrir nuestros bolsos? Obvio que no es por seguridad, lo que buscan es encontrar alimentos.
En ese sentido viene mi reflexión y me pregunto ¿qué derecho tiene una empresa a confiscar los alimentos y a prohibir el ingreso de los mismos a sus espectáculos los cuales finalmente son nuestros espectáculos, por eso pagamos una entrada. Nosotros hacemos el espectáculo, sin nosotros la empresa es nada.
Está claro que la intención de quienes administran la plaza de toros de Pachuca es que los espectadores consumamos los productos que ahí venden, lo cual atenta contra nuestro derecho como consumidores a saborear lo que nos plazca.
Qué derecho tienen esos individuos para confiscar nuestros alimentos. ¿Qué a las empresas no les basta con la venta de los boletos y las ganancias de miles o millones de pesos que obtienen al hacer este tipo de espectáculos?; Los empresarios se quieren llevar a la boca la cuchara grande y sacarle al espectador hasta el último centavo. Para muestra un botón, los productos que venden en la plaza de toros de Pachuca rebaza el 200 ó 300 por ciento más del precio comercial del producto. Ahí está el secreto, prohibir a los aficionados que lleven sus propios alimentos. Negocio redondo y ¿la autoridad qué hace?
Los dueños de estas empresas son unos verdaderos devoradores de dinero, atentan contra el derecho de los espectadores para consumir lo que quieran y con la calidad que así deseen.
Yo no estoy dispuesto a comer una torta, unas frituras o cualquier cosa que se le parezca, sin antes estar seguro que dichos alimentos cumplen con la normatividad de higiene y calidad. Acaso ¿la empresa taurina me garantiza calidad e higiene en los productos que ahí venden?, no lo creo.
Los dueños de estas empresas deben entender que la fiesta brava se encuentra en crisis, ya en varios estados del país se prohíbe el espectáculo de los toros, y no faltará mucho tiempo en que se presente una iniciativa en el Congreso de la Unión para prohibir la fiesta brava a nivel nacional. Si a ello le sumamos que con este tipo de decisiones los empresarios terminan alejándonos de la corrida de toros, entonces la realidad de la tauromaquia en México está complicada.
Lo que sucedió en la plaza de toros de Pachuca es un fenómeno que se gesta en muchas partes del territorio nacional, llámese teatros, estadios o auditorios, por ello la reglamentación interna de las empresas y su avaricia desbordada se debe poner en la mesa de discusión. Los congresistas deberán discutir si es válido que una empresa prohíba a quienes asistimos a ver espectáculos públicos el ingreso de alimentos y bebidas, porque con dicha prohibición lo que están haciendo es atentar contra mi derecho a decidir qué, cuándo y dónde debo comer mis alimentos y tomar mis bebidas. Los diputados deben de legislar este tipo de fenómenos de las empresas proveedoras de espectáculos y, si son inteligentes deberán crear una ley que prohíba atentar contra el derecho del espectador a decidir dónde comer y qué comer. Ya basta de tener empresarios fariseos.