La Función Pública significa todas las funciones que realiza el gobierno, en este caso me refiero al nombramiento de Roberto Salcedo Aquino, como Secretario de la Función Pública, donde se venía desempeñando desde el inicio de esta Administración Federal como Subsecretario.
Bien por el nombramiento que le extiende el Presidente López Obrador a un servidor público ejemplar, con casi 50 años de carrera intachable y con varios reconocimientos por su labor. Pareciera que en esta época es difícil encontrar un Servidor Público notoriamente intachable, por lo que su designación alienta la esperanza de que no todo está podrido. Seguramente, como Roberto, hay otros servidores públicos destacados.
Nació en Huamantla, estado de Tlaxcala. Además de ser Licenciado en Ciencias Políticas y Administración Pública, estudió para Profesor de Educación Primaria y de Lengua y Literatura. Su paso por la administración pública federal es muy amplio: en las Secretarías de Programación y Presupuesto fue Delegado en Tabasco; Oficial Mayor en las Secretarías de Desarrollo Urbano, donde además fue Subsecretario de Desarrollo Urbano y Vivienda, y de Relaciones Exteriores, así como su desempeño en el gobierno del Distrito Federal, donde presidió y participó en los Consejos de Administración de varios de sus organismos descentralizados y desconcentrados; Director Adjunto en Banobras, así como poco más de 14 años en la Auditoría Superior de la Federación, son alguna muestra de su vocación de servicio y amplia experiencia.
Ha sido distinguido por diversas instituciones como el Instituto Nacional de Administración Pública, con la medalla “José María Luis Mora” al Mérito Administrativo y es Auditor Certificado por la Organización Internacional de Auditorías Superiores. Entre sus obras destacaría las relacionadas con la evaluación de las políticas públicas, así como el proceso de rendición de cuentas y la fiscalización superior, y destacaría su coautoría en el único Diccionario de Política y Administración Pública de México, editado por el Colegio de nuestra profesión.
La tarea encomendada es titánica; se trata tal vez del mejor servidor público en este momento para alentar la lucha contra la impunidad, caldo de cultivo de la corrupción y de la ineficiencia.
Se ha caracterizado por ser cauto y discreto en su desempeño eficaz, como debe ser el ejercicio de la función de control. Sabe dónde y cómo corregir las prácticas que se han prestado a la corrupción. Me recuerda aquello de que la función de control debe ser como los buenos teléfonos, que suenen lo menos posible, pero que no fallen en la comunicación. Le deseo mucho éxito, por bien de México.
Mauricio Valdés
