Estamos iniciando el año, aún seguimos recibiendo y enviando felicitaciones con los mejores deseos para el 2020. Mi felicitación y mis mejores deseos de salud y bienestar para nuestros lectores.
Al final del 2019 disfruté la lectura recomendada por mi Maestro en la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM, Mario Martínez Silva, del libro “Ricos. De la esclavitud a los superyates. Dos mil años de historia”, escrito por el periodista inglés, John Kampfner.
El autor inicia con una cita de Oscar Wilde: “Ningún hombre es lo bastante rico como para comprar su pasado”, a lo que agregaría, ni el tiempo, ni su salud, ni su felicidad. Sin embargo no podemos evitar reconocer que, en medio de la vida, los seres humanos muy ricos han existido, existen y existirán.
Y se cuestiona: ¿cómo ha logrado esa gente su éxito, suponiendo ese sea el término adecuado para la acumulación de la riqueza? ¿acaso son más listos, más decididos, o simplemente más afortunados que el resto de los mortales? ¿Es diferente la actual acumulación de la riqueza a la de aquellos que existieron antes que ellos? ¿cómo se hace la gente rica? ¿por medios honestos o deshonestos? ¿por iniciativa empresarial, robo o herencia? ¿crean mercados y los manipulan, desbancan a la competencia o la eliminan, ganan o compran su influencia, o de alguna forma usan la ley del más fuerte? Y uno se pregunta: ¿dónde quedó el rol del gobierno?
El libro muestra que los ricos son compulsivamente competitivos para hacer dinero y para gastarlo. Y luego: dinero atrae más dinero. Queda demostrado que después de hacer dinero, viene la ostentación. La opulencia se manifiesta de diversas formas. Metales y piedras preciosas, mansiones impactantes, automóviles blindados y de lujo, joyas y relojes, jets privados, sirvientes y guardaespaldas, sofisticados equipos de vigilancia y altas murallas.
Al repasar los casos más representativos inicia con la época del Imperio Romano: Marco Licinio Craso. Luego continúa con el líder del Imperio de Mali: Mansa Musa. Riqueza y poder inextricablemente unidos, como muestra con el caso de Cosme de Medici, con su creación de la banca y su vinculación con el Vaticano. No podía faltar alguno de los destacados conquistadores de América: Francisco Pizarro, ejemplo del uso de la violencia al servicio de la creación de riquezas.
Como tampoco faltaría el tristemente célebre Rey Sol, Luis XIV, constructor de ciudades y palacios para veneración de su reinado, casi como los actuales jeques que reinan en algunos países árabes.
El historiador romano Salustio, contemporáneo de Craso, concluyó: “El amor al dinero era lo primero: seguido por el amor al poder. Esa era, por así decir, la raíz del mal. La codicia confundía la lealtad, la honestidad y demás virtudes. En su lugar se enseñaba arrogancia, crueldad, indiferencia a los dioses y la percepción de que todo estaba en venta” ¿alguna diferencia con cualquier otra época?
Una parte interesante de la obra es cuando intenta comparar la riqueza de los personajes en sus distintas épocas, curiosamente concluye, tratándose del número de seres a su servicio, que el más rico sería Carlos Slim, quien reunía en 2009 en sus empresas a 440,000 mexicanos. Libro por demás sugestivo de un tema trascendente, poco explorado.