El sábado 2 celebramos el Bicentenario de la creación, erección, y de la transformación en 1824, de la antigua Provincia de México en nuestro actual Estado de México. Como merecido homenaje a quienes desde entonces han luchado por engrandecer a nuestra Patria chica, escribo esta nota para recordar brevemente la disputa por el nombre y capital de nuestro Estado. En otro artículo comentaré sobre la lucha y relevante victoria por conservar el nombre del país.
Los triunfadores del movimiento independentista veían con recelo a la población y políticos de la poderosa Provincia de México, sede concentradora del poder político, militar, eclesiástico, económico, cultural, y de las comunicaciones del país. No era para menos, su población cohabitaba con el antiguo y destruido grupo gobernante de la Nueva España, despectivamente llamados “conspiradores”.
La Ciudad de México fue declarada Capital de la Nación, y entre 1824 y 1827 siguió considerándose, simultáneamente, en territorio indefinido, la capital del nuevo Estado de México. Interesante comentar en otro escrito del debate sobre la dimensión y límites que debería tener la Capital de la Nación y la del Estado, en lo que desde entonces se reconocía como el Valle de México. Requiere de más amplio espacio.
Imaginemos las dificultades para expulsar al recién integrado Congreso Constituyente del Estado y su naciente gobierno, que tuvo que marcharse, “por su valía histórica y cultural”, a Texcoco y declararla Capital del Estado. Urgía la aprobación de nuestra primera Constitución Política, como sucedió el 14 de Febrero de 1827. Meses después, la capital se trasladó a San Agustín de las Cuevas, hoy Tlalpan, y desde 1830 a Toluca.
Junto a la lucha de los Constituyentes del Estado de México, el Ayuntamiento de la Ciudad de México reclamaba la “injusticia de arrebatarles su Ciudad capital”, argumentando múltiples inconvenientes territoriales, algunos que a la fecha padece la Entidad, el despojo de los edificios, la infraestructura construida con el esfuerzo y los recursos de sus habitantes para la Ciudad y la misma capital. Nada valió. Como era comprensible, salvo honrosas excepciones, la mayoría de los victoriosos Insurgentes venían del interior del país y confrontaban a los de la Ciudad de México.
Después vendrían otros desprendimientos territoriales como Guerrero en 1849, Hidalgo y Morelos en 1869 y el Municipio de Calpulalpan en 1871. La población del Valle de México permanece en convivencia histórica con la Ciudad de México, y distante, por carencia de comunicaciones eficaces, con Toluca, la Capital política de nuestro Estado. De ahí que surge la observación de un Estado con dos capitales, tema para los estudiosos de la geopolítica.