Una jornada electoral con participación abundante y pacífica no puede devolverle la vida a las 35 candidatas y candidatos que fueron asesinados en estos meses de campañas, pero sí puede constituirse en un enfático No a la violencia y a quienes apuestan por desestabilizar el proceso y generar miedo e incertidumbre.
Una jornada electoral armónica y con gran afluencia de votantes no podrá borrar el dolor y el sufrimiento de las familias de candidatas y candidatos que padecieron con ellos secuestros, agresiones y amenazas, pero sí puede representar el triunfo de la civilidad sobre la barbarie.
Como en 2018, vivimos un proceso electoral marcado por la violencia, aunque quizá ahora se muestra más visible, ostentosa y retadora. Es una violencia cínica, prepotente y a plena luz, que en muchos casos allanó los escenarios de campaña y disparó frente a testigos, como si se tratara no solo de asesinar, sino de horrorizar, lo más cercano a lo que pudiéramos llamar terrorismo electoral.
Nada puede justificar estos crímenes y ninguno debería permanecer impune. La investigación respecto de cada uno de ellos debe continuar más allá de la conclusión del proceso electoral porque el hecho de que éste termine no es causa de prescripción ni olvido y porque el esclarecimiento de los homicidios es indispensable para la justicia y para la salud de nuestra convivencia.
La democracia se fortalece y se defiende ejerciendo los derechos que son su sustancia: el derecho a votar y ser votado libremente, que es lo mismo que decir sin coacción, sin miedo ni manipulación. El voto es libre y secreto. Y debe ejercerse en un entorno armónico y seguro.
Este 6 de junio hay que salir a votar y a dar soporte y fortaleza a nuestro sistema electoral con nuestra presencia y participación.
La mejor opción es aquella que cada quien elija, ya sea por candidata, candidato, partido o alianza, lo que convenza a cada persona y considere mejor para sí mismo y su alcaldía, su estado y el país.
Todos tenemos derecho a hacer esta elección y a decidir el voto sin intervención ni injerencia. Y a la vez tenemos la obligación de reconocer que los otros tienen el mismo derecho y por lo tanto respetar la elección de cada quien.
El respeto al derecho de los demás no se decide a capricho ni es negociable. Constituye un principio de la democracia y hasta una condición. Sin el respeto por los derechos del otro, la convivencia democrática es una ficción.
Este 6 de junio hagamos de la jornada electoral una fiesta cívica, un legítimo orgullo generacional ante las generaciones que vienen.
Hagamos a un lado la polarización y el encono, que solo nos dividen y confrontan.
Ganémosle la batalla a la violencia y el enfrentamiento entre nosotros, votemos en concordancia con nuestras preferencias, aceptemos los resultados y luego, sin resentimientos ni rencores, y sí con unión y armonía, sigamos trabajando por el bien de México.
* Secretario general de Servicios Administrativos del Senado y especialista en derechos humanos
@mfarahg