Iósif Stalin declaró que “una muerte es una tragedia, un millón de muertes son una estadística”. Lo dijo uno de los mayores asesinos de la historia, desensibilizado completamente sobre lo que la muerte representa.
La muerte no solamente termina con la vida de una persona, no meramente finaliza la existencia de un ser, sino que afecta a muchas personas e inclusive a la humanidad entera.
Cuando una persona aporta cosas buenas con su corazón, su energía, su carisma, sus ideas y su trabajo, terminar con su vida impacta negativamente a cientos, miles o inclusive millones que tanto disfrutaban de su existir. Tal es el caso de Alejandra, una mujer que falleció por una falta de conciencia de alguien que no le importó manejar ebrio y a alta velocidad.
No tuve el gusto de conocerla, pero por muchos testimonios de gente que sí, fue un ser que generaba alegría y felicidad por donde pasaba. Siempre viendo el lado positivo de las cosas y dispuesta a ayudar a quien se le cruzaba. Veía en el deporte y la disciplina un modo de vida. Migró de su natal Chiapas hacia Nuevo León para estudiar la carrera de Ingeniería Civil. Se graduó del Tecnológico de Monterrey con mención honorífica, siguió con una maestría en finanzas y también especialidad en la Universidad Metodista (SMU).
Es una verdadera tragedia que esta mujer de 28 años con toda una vida llena de posibilidades y aportes haya fallecido. ¿Cuántas vidas pudo haber beneficiado si hubiera continuado con su proceso? ¿Cuántas acciones hubieran beneficiado a nuestra sociedad, a nuestro país y también a la humanidad? Son preguntas que nunca podremos contestar, dado que ya se le negó el derecho a continuar viviendo a este ser bueno.
Esta tragedia nos enfatiza que la vida es un bien invaluable, pero también muy frágil. Nos recuerda que todas nuestras acciones tienen consecuencias, buenas o malas, algunas catastróficas. Nos invita a actuar con decencia y mucha conciencia.
Este hecho tan lamentable nos pone de relieve un mal mayor en nuestro país y la humanidad entera, el egoísmo. Más allá de que las autoridades necesitan asegurar la aplicación de las normas del parque La Huasteca, tan importante y necesario, nuestra sociedad, y el mundo, serían muy distintos si todos pensáramos también en el prójimo. Si nos saliéramos un poco de nuestra propia realidad y empatizáramos con los demás. Si sacáramos gusto por ver que nuestras acciones aportan a otros.
Alejandra sacó gusto de hacer el bien y dejar el egoísmo, que su legado sea esta lección que el mundo tanto necesita.