Coonforme avanza el tiempo, los festejos por la supuesta reducción de la pobreza en el país se van atemperando, y poco a poco la información de fondo va saliendo a flote. Los datos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), en proceso de extinción, hablan de una mejora marginal (apenas superior al margen de error estadístico) del 2 por ciento en la disminución del abandono escolar en menores beneficiarios de las Becas Benito Juárez que recibieron el apoyo durante el ciclo escolar 2023-2024.
Más aún, investigaciones periodísticas revelaron ayer que, la transferencia en efectivo que reciben las familias en el programa supuestamente encaminado a apuntalar la permanencia escolar, termina siendo dedicada sí, a adquirir insumos como uniformes y calzado, útiles escolares, pero fundamental y mayoritariamente para complementar el gasto familiar dedicado a alimentación.
Para dimensionar la magnitud del problema, baste recordar que cada bimestre se dispersan casi 24 mil millones de pesos, la nada despreciable cantidad de 144 mil millones, etiquetados en el Presupuesto de Egresos de la Federación para 2025, en Becas para el Bienestar y La Escuela es Nuestra.
A diferencia del Programa de Desarrollo Humano Oportunidades, que comprendía un componente alimentario para subsidiar el consumo familiar de la canasta básica, atención médica del cuadro básico de servicios y capacitación para el autocuidado de la salud, ya que el sector más vulnerable no cuenta con seguridad social, y las becas educativas condicionadas a la asistencia escolar; las Becas para el Bienestar destinan millonarios recursos sin focalización, y lo más grave, sin resultados tangibles: solo un 2 por ciento. En otras palabras, es un fracaso.