Hace un par de semanas en este espacio le daba cuenta del inminente nombramiento del titular de la Comisión de Búsqueda de Personas.
Afirmé que, desde mi muy particular opinión, no hubo uno solo de los postulantes con las credenciales deseables: actitudes y aptitudes, para tal responsabilidad. Y no es que la Ley en la materia establezca requisitos exhaustivos, sino más bien, cuestiones generales, y esas –hay que admitirlo– sí se cumplieron.
Por eso fue posible el nombramiento de Héctor Alonso Díaz Ezquerra como Comisionado. En ese sentido, las protestas e inconformidades de los familiares de personas desaparecidas pueden estar o no fundadas. Sin embargo, toda vez que fueron satisfechos los vagos requisitos para el nombramiento, Díaz Ezquerra es ya Comisionado en funciones.
Ciertamente los familiares propusieron y se crearon altas expectativas de que la persona que los ha asesorado, al participar en el procedimiento, pudiera haber sido designado.
Pero no fue así.
Llama la atención que su discurso se centra en desacreditar a Díaz Ezquerra por el mero hecho de ser administrador de profesión.
La Ley no establece un perfil de escolaridad específico, aunque sí sugiere cierto campo de experiencia, el cual, los seis postulantes lo cubrieron.
En ninguna parte de la ley se establece que el Comisionado deba ser a satisfacción de los colectivos.
Valdría la pena que se diera paso al diálogo, a la conciliación y a la colaboración.
El rechazar a priori a una persona solo obstaculiza y dilata el trabajo tan necesario para lograr el anhelo compartido: encontrar a los que hoy no se sabe dónde están.
Ojalá el asesor de todas sus confianzas, ese a quien siguen firmemente, pronto se los haga ver así.
PERIODISTA DE INVESTIGACIÓN. EX SERVIDOR PÚBLICO DE CARRERA
