Hay renuncias que enaltecen. Comprueban
que la dignidad sigue siendo un valor indispensable.
Gracias, Leonardo Curzio
En su conjunto, las empresas privadas han hecho frente a las desgracias causadas por los fenómenos naturales, desgracias aumentadas en innumerables casos por los problemas que corroen la vida de México. Han mantenido las cadenas de suministro, evitado una escalada de precios y destinado recursos adicionales para paliar la tragedia. ¿Qué buscan con tales acciones?
Algunas buscan, sobre todo, fortalecer su reputación. Sin minimizar el impacto real de sus acciones, pues quien se beneficia de ellas considerará secundarios los motivos que las inspiraron, obtener publicidad “por otros medios” les es un factor muy relevante. Toda proporción guardada —y no es poca la que hay que guardar— recuerda a esa práctica, ésta sí superflua si no es que nociva, de desperdiciar enormes sumas de dinero para hacer saber, a todo color y en página entera y con el logo de la compañía como corona del mensaje, lo dolido que se está por el lamentable fallecimiento de don alguien. De ser merecedor a dicho respeto, éste seguramente hubiera preferido que ese dinero se donara a una institución de asistencia pública y no quedara para el olvido tan pronto como en el periódico de ayer.
Otras empresas, sin embargo, son en verdad capaces de dotar a sus acciones de un propósito mucho más trascendente que el de solamente preocuparse por sí mismas, propósito genuino en la medida en que se incorpora al ADN de la empresa de manera permanente y no solo en momentos de emergencia social. Según un estudio de la firma EY (“¿Cómo puede el propósito de una empresa abrir una senda a través de la disrupción?”), estas son las empresas que están mejor preparadas para enfrentar la disrupción del mundo en que vivimos (https://goo.gl/vRVEAp). Porque cualquier vistazo alrededor es suficiente para constatar que la llamada “cuarta revolución industrial” está ya entre nosotros, con todo y la disrupción cotidiana que generan las nuevas tecnologías, la inteligencia artificial o la fusión de mundos hasta antes inconexos como el físico y el digital y el biológico.
Así las cosas, esta “segunda era de las máquinas” lleva a las empresas a tener que redimensionar el papel social que les corresponde. Ninguna se volverá contra su “razón de ser primaria”, entendida ésta como la satisfacción de sus accionistas o empleados o consumidores. Pero de la misma forma que es ya lugar común desear la continuación de la gran energía social desplegada por los jóvenes a raíz del segundo 19-S, lo mismo debería aplicar a las empresas: cómo hacer de esta coyuntura una palanca que les genere una razón de ser propia del siglo XXI.