Hay quien tira la piedra y luego esconde la mano. Hay quien hace que ésta deje una estela en el aire, como para que más o menos conste de dónde salió la piedra que generó el descalabro y se elucubre sobre las razones. Más o menos algo así sucedió hace un par de días con la filtración hecha al portal político.com (https://goo.gl/zP311M) en la que dos funcionarios de la Casa Blanca advertían al medio que la administración Trump estaba trabajando en una orden ejecutiva para denunciar el TLC.
De ser cierto lo anterior, significaría que los gobiernos de Canadá y nuestro país serían notificados formalmente por el gobierno de Trump de su decisión de abandonar el tratado, lo que no podría suceder antes de seis meses tras la notificación. ¿Intimidación pura y dura, o Montessori en las alturas? ¿Amenaza con sentido estratégico, o intento desesperado por nivelar un marcador apabullante en contra tras 100 días de diatribas y fracasos?
Es difícil dar un sentido racional a lo que no lo tiene. Es imposible, más bien. Así, los primeros en reaccionar fueron los propios legisladores republicanos, senadores principalmente, argumentando que de confirmarse la noticia sería para los propios Estados Unidos algo desastroso y desgraciado (“disgraceful”), términos usados por el senador McCain. Ello, además de tener efectos perniciosos inmediatos también para los otros miembros del tratado, hubiera puesto a Canadá y a México a negociar con la espalda sobre la pared y la guadaña pendiendo de un hilo.
Entonces, ¿berrinche del dúo Bannon-Navarro, el que va perdiendo espacio e influencia con relación a la pareja Ross-Tillerson? Acaso más bien una vendetta del bully mayor ante la negativa rotunda de su Congreso en los días previos para fondear en lo más mínimo la inaceptable propuesta de muro fronterizo, el cual viene desmoronándose antes de que siquiera se coloque la primera piedra.
Tras el rumor, los presidentes y el primer ministro hicieron lo que debían hacer (y hacer más seguido, por cierto): hablar. Y si bien por la noche se aclaró que la intención de todo mundo es “modernizar el tratado y renegociarlo en favor de todos, etcétera, etcétera, etcétera”, la Casa Blanca no podía dejar de mostrar la pequeñez que hoy en día le caracteriza: “En este momento no tenemos intención de abandonar el tratado”.
En otras épocas, las personas de la generación de mi tía Cleta reforzaban la expresión con la que inicia este texto diciendo que “tirar la piedra y esconder la mano… eso es cosa de villanos”. Ya lo sabemos; esa y no otra es la actitud del inquilino de la Casa Blanca, siempre presto a buscar la forma de provocar a nuestro país, pues necesita de un enemigo que en apariencia le sea fácil someter. Se equivoca.