Mexicanos olímpicos

Soy malo para hacer ejercicio, pero confieso que soy deportista de sillón. Por eso cuando hay Juegos Olímpicos, me puedo sentar gustoso a ver horas completas de deportes que me gustaría practicar, y me emociono cuando hay bonitas batallas deportivas, o resultados inesperados en las finales. También confieso que me desespera ver a los deportistas mexicanos no estar siempre en los primeros lugares, y que me encantaría verlos colgarse de medallas cada cuatro años. ¿Por qué siempre nos quedamos lejos?, me pregunto cuando veo a un mexicano no estar en los primeros lugares. Y despotrico contra el sistema de impulso al deporte local.

Pero luego me encuentro casos como el de la exitosísima gimnasta estadounidense Simone Biles, de quien se esperaba fuera la reina total de su deporte, y quien se retiró de la final en aparatos por equipo porque no pudo con la presión que hay sobre ella. “Simplemente no quería seguir”, dijo luego de abandonar tras un poco lucidor salto, con pocos puntos para su equipo. “Tenemos que proteger nuestras mentes y nuestros cuerpos, y no solo salir y hacer lo que el mundo quiere que hagamos”, dijo Biles, una de las atletas sobre la cual todo el aparato mediático estaba volcado. La chica se retiró y su lugar fue tomado por otra gimnasta, y al final Estados Unidos se quedó con la medalla de plata.

Lo ocurrido con Simone Biles me hizo pensar en mi postura hacia los atletas mexicanos. Les exijo estar siempre en los primeros lugares, traer medallas, partirse en el intento, y me descubro en cierto modo tirano frente a ellas y ellos, cuando en realidad debería estar contento y agradecido con el hecho de que toda la delegación olímpica mexicana hizo un grandísimo esfuerzo por estar en Tokio. Fueron años de entrenamiento fuerte; de sacrificios; de cargar con la presión; y al final me molesto porque no ganan medallas. Mal por mí.

Lo que debo de hacer es disfrutar una competencia en la que participan los mejores, y pensar con orgullo que hay mexicanos que nos representan ante el mundo. Debo alegrarme de ver el esfuerzo de ellas y ellos en sus diferentes disciplinas, y respetar el hecho de que están en un sitio donde muchos quisieran estar. Y si hay medallas, ¿pues qué más podríamos pedir?