Asiduo a las tiendas de conveniencia, farmacias o negocios de comida rápida, día con día me enfrento al dilema de pagar lo que llamo el Impuesto de Conveniencia, y que no es más que dar monedas a los hombres que se colocan a las puertas de los negocios para abrir las puertas cuando entras o sales, esperando algo a cambio. O a los hombres que esperan también algo para su bolsillo simplemente por agitar un trapo viejo y sucio mientras gritan algo sí como “sale, sale...”.
Por supuesto que no estoy obligado a dar nada a cambio, pero insisto en que enfrentar a estos personajes (de quienes no busco juzgar su condición) me resulta un dilema, el cual resuelvo la mayor parte de las veces de acuerdo con el humor con que ande. A veces no hay dinero para ellos; otras les dejo unas monedas, y otras hasta con una coca cola para ellos alcanza.
Lo que me preocupa, en todo caso, son varios puntos: ¿por qué deben estos hombres y mujeres mendigar así unas monedas? (a veces no mendigan, sino que exigen). ¿No hay alternativas para ellos?
¿Por qué las autoridades no hacen algo al respecto? Y ojo que no busco represión, sino el hecho de que gobiernos municipales y estatales parecen hacerse de la vista gorda en este tema. ¿Se les puede ofrecer trabajo temporal? ¿No hay manera de incorporarlos a otro método para tener ingresos?
Y la duda más importante: ¿Por qué terminamos normalizando esa situación?
Está claro que hay fallas en el sistema. Y que las dejamos pasar. Habrá quien me diga que ese dinero que reciben es su única fuente de ingresos. O quienes argumenten que así reciben más dinero que en un empleo formal. Es cierto, pero no debería ser así.
Y mientras escribo este texto pienso que ya me he vuelto un gruñón consumado, y que tal vez también me he convertido en alguien insensible. ¡Haz algo, en lugar de quejarte! me digo. Y aquí viene la pregunta entonces: ¿qué puedo hacer? ¿Qué se puede hacer en conjunto?
Mientras, de acuerdo con el estado de ánimo del momento en cuestión, seguiré con mi dilema sobre el Impuesto de Conveniencia. O dejar de entrar a ese tipo de negocios. A ver qué procede.