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Guardia Nacional: ¿cercanía que aleja?

  • Contracorriente
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  • Maite Azuela

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La novedosa presencia de integrantes de la Guardia Nacional (GN) en espacios públicos e incluso privados con la que se pretende normalizar la militarización de la seguridad pública es, sin duda, un tema que rebasa la confrontación de percepciones y requiere un análisis sobre sus implicaciones en el imaginario colectivo.

Lo más comentado ha sido el despliegue en el Metro de Ciudad de México, donde los integrantes de la GN han hecho patrullajes en diferentes estaciones con instrucciones para realizar funciones que en realidad corresponden a los cuerpos policiales: revisiones a las mochilas de los transeúntes, interrogatorios e incluso detenciones. Varios de los militares que se instalaron en el Metro no están aún uniformados como el nuevo cuerpo de seguridad. Además, el hecho de que se les permita auscultar y detener ciudadanos sin una orden de aprehensión, representa una evidente violación a la Constitución.

Por otro lado, en una inesperada puesta en escena, los integrantes de la Guardia que custodiaban la Guelaguetza abandonaron su papel de vigilantes y salvaguardas de la ciudadanía para incorporarse como danzantes folclóricos que, intercalados con bailarinas, hicieron gala de sus pasos y brinquitos llevando puesto el uniforme. Cualquiera que sepa de danza advertirá que ese momento debió tomar horas de práctica que distrajo a los guardianes de nuestra seguridad de sus verdaderas funciones.

Por otro lado, en el inicio del periodo vacacional de verano, en Morelos hubo operativos en los que integrantes de la GN entraban sin restricción alguna a los restaurantes del centro de Cuernavaca para ir a saludar de mesa en mesa a los clientes. No faltaron los restauranteros que vieron con buenos ojos esta intrusiva presencia, que desde su perspectiva inhibía a los delincuentes, pero que inevitablemente desconcertaba y hasta asustaba a los comensales. Conforme pasaron los días, la Guardia dejó de hacer presencia y la sensación de abandono ha provocado incertidumbre entre los restauranteros.

La intención sale a flote sin mayores inhibiciones: que la ciudadanía se sienta cercana a la GN. Sin embargo, hay preguntas clave para que esa cercanía realmente resulte efectiva. ¿Hay entre la ciudadanía quien aspire a tener como guardia de su seguridad a un bailarín de danza folclórica? ¿Salir del transporte público y ser interceptado por un hombre uniformado como militar que nos obliga a abrir el bolso, incrementa nuestra confianza? ¿Alguno de los comensales interceptados se sintió más seguro que incómodo cuando el soldado se acercó a su mesa a saludarlo? ¿Si la sorpresiva presencia de fuerzas armadas en estos espacios genera expectativas para que sea prolongada, qué posibilidades de mantenerla se tiene realmente? ¿Hay claridad sobre la delgada línea que existe entre operativos que inhiben comportamientos delictivos y operativos que atentan contra los derechos y libertades?

La legitimidad de la Guardia debe sostenerse en la legalidad, la evidencia de sus resultados y el respeto a los derechos humanos en sus operativos. Es buen momento para recular y no convertir esta aspiración de cercanía en referentes carentes de seriedad o salpicados de autoritarismo.

@maiteazuela

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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