Es que somos muy pobres, ya nos lo habían dicho. Como país lo habíamos querido esconder y la pandemia no solo vino a restregárnoslo dolorosamente en la cara, sino a multiplicarlo.
La debilidad de las instituciones es una vieja señal de nuestra pobreza. La cantidad de enfermos de covid-19 que no han tenido acceso a una buena atención en los hospitales públicos es inmensa. El heroísmo del personal médico es tanto mayor cuanto más precarias son las condiciones en las que trabajan y más insuficiente resulta su esfuerzo. El sistema de salud quedó rebasado en muchas partes y las medidas preventivas de confinamiento no se llevaron con las necesidades elementales de ganarse el pan. Ojalá el problema fuera López-Gatell: eso se resolvería pronto.
La educación es otra señal. Poco se puede hacer si las escuelas tienen grupos tan numerosos e instalaciones tan precarias, si muchas no tienen agua y si los alumnos no tienen acceso a internet y computadora en su casa. De nuevo, ojalá el problema fuera Esteban Moctezuma: fácil. Pero hay que reconocer que, en espera de la luz verde, no existe otra salida que clases por televisión, libros de texto y cuadernos de trabajo; sin duda provisional y parcial, con riesgos para los niños y las niñas, pero una salida al fin.
La experiencia cotidiana no permite dudar de la pérdida de más de 12 millones de empleos informales y formales, ni de una hecatombe económica con niveles de tragedia que lleva a familias enteras de nuevos pobres a pedir ayuda.
Ante esta otra cara de la debilidad institucional, AMLO optó por las ayudas directas a los más pobres y por no contraer deuda. La tormenta llegó y ha hecho estragos; está por verse si esa forma de enfrentar la pandemia fue la más adecuada, dadas las realidades de nuestro país. Se le puede criticar de conservador y poco innovador, claro. Ya se verán los resultados y la velocidad de la recuperación. Pero de ahí a culparlo de la tormenta y de la fragilidad de la embarcación... sería lo más fácil, otra vez. Si lo que se quiere es resolver el país, eso es lo más lejano.
Cada muerte, cada deserción escolar, cada persona en la calle es un fracaso para todos.
Lo que hay que multiplicar por lo pronto es la solidaridad.