Política

¿Desdichados?

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Dolió la enfermedad y la muerte. Tal vez apareció el miedo ante las (in)capacidades del sistema de salud y ante la falta de certezas de la ciencia. O se asomaron las desdichas del desempleo y quedó en evidencia la falta de recursos para enfrentar un confinamiento tan largo.

Según el índice de felicidad desarrollado sobre encuestas de Gallup, que toma en cuenta factores de bienestar subjetivo, México cayó durante 2020 del lugar 23 al 46 entre las 149 naciones estudiadas. Antes de la pandemia los mexicanos evaluábamos nuestro bienestar con 6.4 sobre 10. El año pasado cayó a 5.9. Es cierto que desde 2015 el índice mexicano estaba en franco descenso.

Hay que tomar en cuenta estos datos. A pesar de que la felicidad es un concepto desgastado por la moda de la autoayuda, que la ha reducido a las mieles del éxito, del liderazgo o de la seguridad personal; a pesar de que el bienestar nos suene hoy por hoy a propaganda, a política pública o a “Gas Bienestar”; a pesar de que las mediciones en ese sentido son una disciplina relativamente nueva, no podemos contentarnos con los indicadores económicos y sociales usuales, solo porque esas realidades sí las sabemos cuantificar y medir. No podemos hacerlo, porque no dicen lo que necesitamos saber: si nuestras vidas nos satisfacen.

El crecimiento económico no puede ser considerado el fin último de la sociedad ni el parámetro básico. ¿Cuál sí podríamos establecer como tal? Tal vez uno que ya no soportaría un “para qué” más allá.

Deberíamos evaluar nuestra sociedad con indicadores más cercanos al bienestar de los ciudadanos, que incluyan, sí, las mediciones más conocidas. Cincuenta años de investigación conforman un trabajo sólido y confiable.

¿Pero cómo entender ese bienestar y esa felicidad en concreto? Una respuesta posible es: como cada sociedad lo considere, a partir de sus individuos. Los fines de una sociedad no pueden ser ajenos a los individuos que la forman. Tampoco pueden ser las nociones de algunos. Por eso es importante estudiarlas ampliamente y conocer las expectativas (y el nivel de acercamiento a ellas) de quienes forman parte de una comunidad. Ayudaría a saber cómo se encuentran en realidad las poblaciones y a diseñar políticas públicas más certeras. Y a propiciar vidas mejores.

¿Podemos ser más felices? (¿Can we be happier?) Es el título de uno de los libros de Richard Layard, economista de origen y uno de los investigadores más destacados de esta disciplina que parte de la compleja medición de la felicidad.

Es una lectura recomendable que lanza un principio ético y un principio político. El segundo de ellos plantea: “Las autoridades deberían escoger las políticas públicas que crean la mayor felicidad posible, especialmente entre los menos felices”. Se requiere conocer y actuar de otra manera.

Luis Petersen Farah

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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