Si la agenda de derechos de las mujeres fuera una parte importante de la 4T... De entrada, ayudaría a tantas de ellas a defenderse con más confianza, a denunciar con seguridad los abusos en la familia, en el trabajo, en la escuela, en la política.
Llevaría a mejorar la procuración de justicia y no solo en el nivel federal: incluso los más férreos opositores de la Alianza Federalista se verían obligados a no quedarse atrás si tan solo vieran un compromiso desde las mañaneras.
Llevaría a multiplicar y mejorar los centros de prevención y protección a las mujeres maltratadas, golpeadas o amenazadas. Existen en el país estas instituciones, es cierto. Sin embargo, por su cantidad, son apenas proyectos experimentales. Está claro que son repetibles, que pueden funcionar y que logran evitar daños mayores; pero son realmente pocos, sobre todo si se comparan con la necesidad.
Llevaría a tener un Poder Judicial que se tome en serio la situación de las mujeres. Aunque no es chamba directa del Ejecutivo, la 4T nunca se ha frenado para influir en el poder vecino. Y los cambios allá han sido aún más lentos que en otros lados.
Llevaría a cambiar las leyes relacionadas no solo con la violencia hacia las mujeres, sino también con la lejana igualdad de oportunidades. En lo político se ha avanzado sin duda en cuanto a la paridad obligatoria de participación (solo entonces los partidos políticos empezaron a pasar del rollo a la búsqueda efectiva de mujeres candidatas). Pero todavía los institutos electorales son un campo de batalla por esa razón cada tres años.
Llevaría a que las empresas y sus propietarios tomaran con seriedad las enormes trabas que tienen las mujeres para crecer profesionalmente. No importa que los directivos vean o no con simpatía la 4T: el hecho de que fuera una prioridad gubernamental haría que se interesaran realmente en el tema. Aunque en todo el mundo hay un trecho por avanzar, México, comparado con otros países, se ha quedado rezagado. Frente al desarrollo de las mujeres en el trabajo se erigen aquí auténticas murallas. Abundan los ejemplos de diferencia de trato y de sueldos, aunque las responsabilidades se recarguen en ellas.
Llevaría a agilizar la reapertura de escuelas. Tras un año de cierre pandémico, la deserción y el rezago educativo han afectado mucho más a las niñas que a los niños.
En fin, si la 4T tomara en serio el asunto, llevaría también a más hombres a identificar esta transformación como parte del conjunto de cambios que se necesitan urgentemente en México. Ayudaría a que camináramos más rápido y con menos obstáculos hacia una sociedad igualitaria, cosa no menor, pues cada día de atraso se convierte en más personas adoloridas.
Pero en realidad, la vergüenza de la desigualdad y de la violencia contra las mujeres va mucho más allá de AMLO, aunque lo incluya. Ahí estamos usted y yo y todos. Hagan lo que hagan los presidentes, este y los anteriores, a las mujeres se les sigue golpeando y acosando en familia, denigrando y frenando en el trabajo, menospreciando y limitando en las escuelas.
Lo peor es que la crítica al Presidente nos deja tranquilos y satisfechos, en lugar de enfocarnos en lo que nos toca a cada uno y que nos concierne a todos.