Como lo comenté hace tres semanas, escribo un balance parcial, no sumario. Si bien podemos reconocer aspectos claros y otros oscuros, la realidad es más compleja y no admite una visión binaria, sino que contiene tonalidades, zonas grises, así como otros recovecos que no se alcanzan a ver porque no tenemos la capacidad para observar todo, ni gozamos de la ubicuidad.
Con la gran oleada de migrantes, fundamentalmente centroamericanos, el presidente AMLO dijo que no se preocuparan; que eran bienvenidos y que habría trabajo para todos. Tuvo que retroceder con su oferta y cerrar parcialmente la frontera sureste.
Aunque a menudo se quiera olvidar, hay que traer a cuento que en el epílogo de la contienda electoral del 2006, se lanzó una sórdida campaña diciendo que AMLO era un peligro para México; que si llegaba, aparte de otras monstruosidades, habría fuga de capitales; que el dólar ascendería hasta las nubes; que el colapso sería la tónica habitual, vamos, que el infierno sería una caricatura frente a nosotros. ¿Quién se iba a imaginar un trenzado tan devoto entre AMLO y el magnate Carlos Slim; entre el actual presidente y el dueño de TVAzteca; en general, sentado con el sector empresarial?
El presidente ha mostrado una pronunciada tendencia a polarizar; lo hace sobre la base de que quienes opinen contrario a su manera de mirar al país, o aquellos que no anhelen ayudar(le) en su cometido, inmediatamente son lanzados al villano costal donde coexisten los conversadores, sus adversarios, los de derecha, sus detractores, los que no quieren el cambio, los desconcertados, los nerviosos, los fifís; en suma, aquellos que rechazan lo que él ha denominado la cuarta transformación (4T).
¿Qué habría sucedido si el PAN hubiese retornado o si el PRI hubiese mantenido la silla presidencial, junto con la mayoría del Poder Legislativo? Mi hipótesis es que varias cloacas se habrían mantenido cerradas. Por boca de la presidencia, nada o muy poco sabríamos del huachicol; de la corrupción en Pemex; del sistema de salud coludido con distribuidores; de camionetas, helicópteros y aviones para servicio de gobernantes y funcionarios; de la descarada supresión de impuestos a megaempresarios y, desde luego, de otras aguas negras. Más que una 4T, es un cambio de régimen que encara la corrupción.