“Regocijo porque se salvó el mural de Tamayo”.
La semana pasada se incendió el llamado Pabellón del Planetario, cuya misión futura ha estado en discusión, porque los jóvenes dueños de este museo han olvidado lo que sus padres quisieron demostrar cuando construyeron, en una zona verde, un área dedicada a la museografía científica y tecnológica y a la astronomía, cuyo objetivo era fomentar la cultura popular en esos temas.
Monterrey no es una ciudad que tenga una historia muy larga, porque quizás nuestros primeros avances como área metropolitana fueron producto del acervo industrial y de la ampliación de la oferta educativa y no fue sino hasta mediados del siglo XX que se inició una explosión de respeto a la cultura, con Fray Servando Teresa de Mier, seguido de Gonzalitos, Alfonso Reyes y Raúl Rangel Frías.
Estos cuatro regiomontanos ilustres, que son nuestro orgullo, fomentaron el interés del gobierno y de muchos empresarios por darle un valor jerárquico al arte y a las expresiones culturales de la historia, la literatura y al respeto a la creatividad de los artistas muy valiosos que nuestro estado ha tenido y que en la actualidad están consolidados institucionalmente a través del Conarte y en forma privada en diferentes museos y sobre todo con el soporte de la Universidad Autónoma de Nuevo León y su proyección cultural en áreas exquisitas para el desarrollo de la sensibilidad y el respeto a los creadores.
Lo anterior nos ha hecho ser considerados ya como un área cosmopolita y el vitral de Tamayo es un símbolo, porque es la única obra de este gran artista hecha con esa técnica y por ende, tanto esta creación como la importancia de la difusión de la ciencia y la tecnología, que son parte de la cultura, deben respetarse, impidiendo que el área del Planetario Alfa se convierta en un supermercado comercial, pues eso seguramente no fue lo que quisieron los padres y abuelos de los actuales propietarios, quienes demostraron con hechos su interés por la cultura y no solo por las finanzas privadas o la industria al servicio de la sociedad del consumo.
Ojalá que mi buen amigo Mauricio, que es un amante del arte, defienda esta posición.