Hoy voy a comenzar, mis tres ávidos y entusiastas lectores, escudándome bajo la premisa de libertad de acción. Entonces para mí, la libertad como tal, es uno de los derechos a los que aspira cualquier ser humano y que nos regala la posibilidad de opinar, actuar y pensar a nuestra elección. Sea consciente o inconscientemente.
Cuando se ejerce esta libertad con consciencia, nos responsabilizamos de nuestros actos y entonces existirá la certeza de que todas las cosas que hacemos, decimos o pensamos tendrán una consecuencia. Uno se convierte en esclavo de sus decisiones.
Y seguro se preguntarán: ¿Por qué amaneció nuestro Charro Negro de confianza tan mamón, tan filosófico, tan introspectivo y usando un lenguaje tan barroco? Pues viene al caso porque se ha creado una impresionante polémica debido a que algunos jugadores de la selección mexicana fueron capturados en una fiesta por una miserable revista de espectáculos, que aprovechó la cercanía y la expectación que genera el mundial de Rusia 2018, para ganar algunos lectores que se fascinan con el morbo generado.
Independientemente de la mezquindad de quien publica esto sin importarle las consecuencias, tenemos del otro lado a un público voraz que consume con gusto el chisme vulgar y el escándalo, que condena sin evidencia, que se regocija en el error ajeno y que se deleita haciendo escarnio de los afectados. Tristemente nos tocó vivir en el país del golpe de pecho y en donde la moral solo tiene cabida en el vecino de enfrente.
Igual nos tocó vivir en el México que consume futbol como si dejaran la vida en ello; culpan a los seleccionados de los fracasos y lo peor es que los hacen propios. ¿En verdad nunca se dieron cuenta que algunos jugadores no son profesionales y nunca lo van a ser? ¿Por qué generar esperanza en un grupo -que no son todos- que nunca ha tenido interés en progresar y hacer una carrera digna?
¿Irresponsabilidad de los jugadores? Probablemente sí, pero solo por el hecho de ser figuras públicas y por haberse dado a conocer un hecho que debió ser totalmente privado. ¿Quién pagará las consecuencias? Sin lugar a dudas ellos mismos, que tendrán que asumir las consecuencias de sus actos. Entonces, ¿qué carajo estamos todos ahí opinando sobre lo que es bueno o malo, como si nuestra moral fuera perfecta?
No es mi labor juzgar a los que se enfiestaron y mucho menos defenderlos. Simplemente apelo a su libertad para hacerlo en su tiempo libre y nadie puede ser crucificado por ello, aunque nos entre lo moralino y queramos ver la paja en el ojo ajeno. Así las cosas.
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