La Mayoría de las personas tienen un ídolo al cual apoyan de una forma incondicional y apasionada, están junto a ellos en sus mejores momentos y también en otros que no son tan buenos. ¿Pero qué pasa cuando esto se transforma en un fanatismo extremo? Superando la racionalidad, llegando a casos peligrosos, como amenazar, o quererse matar por no poder estar cerca de esa persona, ¿Que tanto se puede llegar a idolatrar a alguien aun a costa de su propia vida? Y la respuesta es tan simple que sabemos que si los hay y por desgracia estudios recientes han demostrado que estas personas que se dicen fans de algo o de alguien, tuvieron tantas carencias de niños que fue ahí donde todas sus frustraciones, fueron cambiadas por la admiración desmedida hacia algo o hacia alguien. Y al no ser manejada correctamente esa admiración y esa fascinación se puede llegar a convertir en una obsesión.
El fanatismo es tan peligroso en todas sus presentaciones. Y es que no importa si es religioso, si es político o hasta si es debido a un cantante o actor, lo cierto es que el fanatismo lleva siempre a quien lo vive a rebasar límites más allá de la lógica, de la pérdida de la cordura, donde ya no importan las consecuencias, sino la llegada de aquello que les es prometido, un mejor porvenir, la llave a la eternidad... promesas que, evidentemente, nunca llegan.
Y es que siempre resulta terrible observar casos en los que el fanatismo es el motor, el centro de hechos que provocan el rebase de límites que ponen en duda el concepto de humanidad, en su sentido más puro. Masacres enteras, incluso guerras se han gestado debido a él. Ideologías políticas, sociales, religiosas, que estando mal entendidas se convierten en el argumento de grupos liderados por, casi siempre, personajes que se sienten enviados por quién sabe quién y que gracias a su don de mando logran congregar y formar colectivos que terminan siendo mensajeros de mentiras creídas verdad.
La Cámara Nacional de la Mujer; realizo una encuesta a personas de 15 a 65 años de edad y 5 de cada 10 se declararon fans de algo o de alguien, pero también comentaron que no creen que su admiración haya caído en fanatismo u obsesión alguna, como el sacrificar cosas o a su propia persona con tal de estar cerca de ellos.