Recién se dieron a conocer los resultados de la última prueba PISA para medir el nivel educativo de jóvenes de 15 años en más de 80 países del mundo y no hubo sorpresas: México sufrió una estrepitosa caída. Tampoco fue sorpresa que López Obrador descalificara los resultados, afirmando que no los iba a “tomar en cuenta” por considerar que son producto del “neoliberalismo”.
Entiendo la frustración del Presidente. México aparece en los últimos lugares. De acuerdo con PISA, dos terceras partes de los estudiantes mexicanos no pudieron realizar operaciones básicas de matemáticas y la mitad no entendió lo que leyó ni tampoco superó el nivel más bajo de competencia en ciencias. El nivel de escolaridad de nuestros jóvenes de 15 años se asemeja al de alumnos de sexto grado.
Vale la pena hacer algunas salvedades acerca de estos resultados. La OCDE, que se encarga de impartir las pruebas PISA, se compone principalmente de países ricos, por lo que compararnos con ellos es de cierta manera injusto. Es difícil esperar que jóvenes mexicanos, cuyo nivel socioeconómico promedio es bajo, tengan el mismo desempeño académico que sus homólogos de Singapur y España, por ejemplo. Son condiciones y presupuestos distintos; sin embargo, esto no significa que la información que proporcionan las pruebas PISA se deba descartar, como sostiene López Obrador. Es fundamental conocer qué tan preparados están nuestros jóvenes en comparación con jóvenes de países ricos con los que competimos y competiremos en el futuro. Nos sirve de referencia y de objetivo.
Otra salvedad relevante es que la pandemia desquició la educación no solo en México sino en el mundo. Es decir, los malos resultados no fueron exclusivos de nuestro país. Sí, hubo quienes obtuvieron mejorías (muy pocos) o menores caídas que las muestras en relación con sus resultados anteriores (previos a la pandemia), pero en general los ajustes a la baja no fueron tan distintos a los nuestros. De hecho, en ciertos rubros estuvimos menos mal. Mientras que los países que conforman la OCDE tuvieron, en promedio, caídas de 10 puntos en lectura y 15 puntos en matemáticas, en México “solo” fueron de 5 y 14, respectivamente.
Con estas salvedades no quiero minimizar el gran reto educativo que tenemos. Estamos frente a una crisis con repercusiones profundas tanto para la movilidad social de los jóvenes que ingresarán al mercado laboral en el futuro como para la economía en su conjunto.
Es verdad que el desempeño educativo de los jóvenes viene cayendo desde antes de que llegara López Obrador al poder y que la pandemia vino a agravar la situación; sin embargo, en lugar de descalificar con argumentos ideológicos los resultados de una prueba que es estandarizada y que lo único que busca es medir la calidad de la educación, López Obrador debe utilizarlos para rectificar el rumbo de la enseñanza en el país. No lo va a hacer. Para él, las matemáticas, la lectura y la ciencia son agentes políticos.