Era imparodiable porque era en sí mismo una parodia. Siempre con pistola, barnizado en loción, pésimo borracho, se veía como un coleccionista de mujeres a las que sí, supo seducir, y a las que sometió siempre a una violencia infame. Entre los políticos, lo que coleccionaba era amistades falsas y enemistades desde luego auténticas. Sin duda, escribía bien, muy bien, con sofisticación y vitriolo. Sobre todo, Carlos Denegri, el periodista más influyente entre los 40 y los 70, columnista estrella de Excélsior, gran entrevistador –practicó este género con Kennedy y Perón, por ejemplo–, fue un hombre sin escrúpulos. Conocedor del arte de cobrar por escribir bien de ti, poderoso, pero también por no escribir mal, es decir, por callar, fue, diríamos, el padre fundador del chayote contemporáneo.
O sea, es un personaje ideal para Enrique Serna, que reúne, sabemos, las condiciones de cronista histórico de la corrupción mexicana (ahí está su Santa Anna en El seductor de la patria) y del patetismo de la sexualidad masculina (La sangre erguida). El Denegri de su última novela, llamada con gracia y precisión El vendedor de silencio, habita esos dos mundos: el de la historia mexicana ya no tan reciente y el de la decadencia testosterónica. A caballo entre la madurez y la vejez, aun es capaz de conquistar a su última, muy guapa y muy independiente esposa –una mujer divorciada que terminará por asesinarlo, harta del maltrato–, todavía se rodea de la fauna del priismo ultramontano y firma autógrafos en la calle, pero tiene que darse treguas con el alcohol porque el hígado es un recurso perecedero, duda sobre su capacidad sexual y teme que los poderosos empiecen a perderle el miedo. ¿Parodia? No. Serna es demasiado buen novelista para eso: ya dijimos que Denegri era imparodiable. Sátira, un poco. Sobre todo, mucha ironía, mucho humor negro, en una novela muy disfrutable que además, en tiempos de restauración autoritaria y reacomodos profundos en la prensa, resulta particularmente oportuna.
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El vendedor de silencio, recién salida del horno, está publicada por Alfaguara. Son poco menos de 500 páginas que se van en un suspiro. Corran a comprarla.
@juliopatan09