Política

Y ahí la gente…

  • Columna de Juan Noé Fernández Andrade
  • Y ahí la gente…
  • Juan Noé Fernández Andrade

Caras de edad, de experiencia, de vida. Algunos rostros apacibles, otros lánguidos, unos más surcados por los problemas. 

Pasos lentos, pasos rápidos, el andar como señal de un camino. 

Unos con bastones, otros con palos de escoba para apoyarse, hubo sillas de rueda, en buen estado y desvencijadas. 

También quienes se desplazan con prontitud y firmeza. 

Todos, mujeres y hombres de 60 y más años buscando prolongar su salud, su esperanza de vida, su defensa ante el ataque interminable y reeditado del virus causante de una pandemia por demás dolorosa. 

Una incertidumbre que construye el deseo de no enfermarse, de no caer, de no morir de esta forma en este tiempo en que se conjugan la inquietud con la tranquilidad, la alegría con la tristeza, la nostalgia con un presente que duele. 

Un invierno que lleva dos años en el alma de cada quien. 

Y ahí la gente, formada, obediente, con papeles en mano como pasaporte a una tercera vacuna que la haga inmune un rato más en este brevísimo sueño de todo lo mortal.

La jornada que me tocó observar fue de paz, de disposición, de gratitud por el apoyo del personal de salud, valerosas y valiosas enfermeras, las más; por la amabilidad de jóvenes que solo expresaban palabras educadas y sensibles al guiar a ese puñado de pueblo torreonense dócil ante la imponente realidad y necesidad de protegerse. 

Pocos, contados los militares presentes, como también los representantes de Bienestar federal. Una buena faceta humana. 

Largas filas de seres humanos con una esencia interior que se materializó por unas cuantas horas al momento de hacerse uno y hacer una sola presencia insustituible para alargar los días y las noches en este mundo terrenal. 

Ahí, en las calles adyacentes y en el mismo Centro Comunitario Peñoles, abrigados en la fría mañana por los rayos del sol, ahí, la imagen que se me quedó mis ojos y en mi pensamiento fue de una belleza verdadera de solidaridad, de fraternidad, de ser únicos en lo ciertamente importante: la bondad de todos y cada quien en instantes supremos de calidad humana. 

Acudir a esa parte de la ciudad, en forma deliberada, me sirvió para constatar que, en efecto, hay causas comunes entre la raza de un conglomerado social. 

No hubo apariencias ni colores ni olores ni fragancias ni vehículos ni accesorios de marca ni nada que no fuera pueblo.

No hubo prensa, ni fotógrafos ni videos mediáticos ni siquiera el uso indiscriminado y enajenado de teléfonos celulares.

Sí, en cambio, el deseo de recibir no tanto una tercera vacuna sino de creer e ilusionarse en que podremos vivir tranquilos un tiempo más, solo un tiempo más. Renació, pues ahí, un ejemplar espíritu navideño.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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