Política

Limitación de expresión

  • Columna de Juan María Naveja Diebold
  • Limitación de expresión
  • Juan María Naveja Diebold

La libertad de expresión es un derecho que la mayoría en los países democráticos damos por hecho. Podemos emitir cualquier opinión, escribir la idea que se nos venga a la mente o enviar el meme que se nos haga chistoso sin pensarlo dos veces y eso es algo bueno. Realmente casi nadie piensa en contar con información fidedigna antes de mandar un chiste o compartir una opinión y en las consecuencias que puede tener nuestra comunicación, y mientras que no es conducente a una sociedad utópica, tampoco es una amenaza social. Desafortunadamente, sí hay una amenaza que busca aprovechar la totalidad de la libertad de expresión para lograr ganancias perversas.

Aún hoy concordamos en algunos límites de expresión. Por ejemplo, no permitiríamos que una farmacéutica vendiera placebos diciendo que curan o previenen el coronavirus, se exigen pruebas y estudios que validen que los medicamentos tienen los atributos que dicen tener y que no causan daños mayores a sus beneficios. Al mismo tiempo, sabemos que hay muchos remedios caseros que se venden informalmente con promesas de curas milagrosas. Es ilegal, pero por lo general no se persigue este ilícito que se puede convertir en un crimen, es algo que toleramos. Quizás muchos digamos que lo aceptamos porque ya será la decisión de cada persona si confía en las promesas de un charlatán cuyos productos claramente no han sido validados. La realidad es que lo podemos tolerar porque la producción y distribución de la mayoría de esos productos es bastante limitada.

Pero ¿Qué tal si los medicamentos milagrosos de Don Pepe estuvieran en todos los lugares donde venden las grandes farmacéuticas? Que vinieran empaquetados como medicinas de grandes laboratorios, falsificaran estudios y los publicaran como auténticos, contrataran una fuerza de ventas convenciendo a doctores de recetarlos ¿Seguiríamos pensando que Don Pepe es inofensivo? No. Lo detendríamos y no aceptaríamos una defensa de libertad de expresión. Aunque creyéramos que Don Pepe verdaderamente cree que su producto es milagroso, no lo dejaríamos expresar como información respaldada por nuestros filtros de veracidad: los doctores, las farmacéuticas y las farmacias.

La libertad de expresión es una manija muy delicada para mover y obviamente no podemos confiar en el gobierno para controlarla. Si los dejáramos limitar la libertad de expresión por el “bien de la nación”, no permitirían ninguna crítica ni revelación que los hiciera ver mal bajo el manto de cuidar la economía, la unidad o estabilidad. Habiendo dicho eso, tenemos un problemón.

En una democracia el poder está en la opinión de la gente y actualmente está a la venta al mejor postor. Hay intereses extranjeros y capitalistas que se disfrazan como fuentes verídicas de información, lobos vestidos de ovejas. Siempre ha estado Don Pepe que vende champú para la pérdida de cabello y chochitos desde su cajuela, pero ahora ha encontrado cómo disfrazarse de Pfizer. También, siempre ha habido el periodista corrupto, los medios en el bolsillo del gobierno o la iniciativa privada, pero era predecible, estaba bajo control, como Don Pepe. Ahora, con la abundancia de canales de comunicación sin filtros es indistinguible para la gente y ni siquiera es ilegal.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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