Las primeras declaraciones del actual presidente del Club Santos fueron entusiastas. Repitió varias veces que iban a reinventar al equipo.
Como eso se dijo en momentos alegres, llenos de fe y distinta esperanza, el nuevo amor por la institución, apareció. Fe, esperanza y caridad al frente de la nueva misión.
Se creyó que con la grata llegada de Fernando Ortiz y su gente todo cambiaría porque ilusionaron a la gente.
Centraron las primeras energías en el cuerpo técnico pero al consultar con la chequera, todo se detuvo, la decepción apareció.
Aquí aparece la pregunta junto con la duda: ¿En qué va a consistir la reinvención? ¿Cómo van a restaurar la situación?
Fernando Ortiz podrá tener muy buena intención y sus colaboradores poseer las mejores ideas pero ellos no jugarán.
Como sorpresa para todos han incorporado a tres nuevos jugadores que bien identificados aportarán los suyo con el riesgo de no ser lo que se necesita.
Volver a inventar y volver a instaurar parece imposible. No es pesimismo. Es una afirmación sin admiración porque el plantel no ayuda a creer en mejores logros.
Es la duda del torneo que está por comenzar. ¿Nos tenemos que acostumbrar a vivir con esa idea?
No se observa la rendija para ver y creer en otra realidad. Es el incómodo panorama que iremos despejando cada jornada.
Por mientras tenemos la responsabilidad de vigilar si lo que se prometió se va cumpliendo.
La afición ha perdido la fe y por lo mismo la esperanza por más amor que le haya tenido a su muy querido equipo. O al revés; debido al fuerte cariño de antes, lo básico ha desaparecido.