Cae la primera lluvia del año, una lluvia breve pero significativa: un respiro en pleno calor primaveral. La lluvia es molestia para algunos, pero para otros es pura esperanza, la certeza de que los ciclos se cumplen y la vida continúa. Aunque la embarcación parece que rechina y los maloras parecen andar a sus anchas por estas tierras, cada semana nos enteramos de la explosión de una toma irregular de combustible o de un intercambio de balazos a plena luz del día. ¿Qué le vamos a hacer? Alguien dijo alguna vez que lo peor que podría pasarnos como sociedad es la costumbre. Que tales eventos catastróficos comenzaran a parecernos normales. Que nos estacionáramos en una variante truculenta del costumbrismo. Luego, para enrarecer un ápice el ambiente enrarecido, la rumorología nos bombardea con versiones distintas acerca de los citados eventos. Ni para dónde hacernos.
Pero este tiempo nublado, promisorio para nosotros, para el sistema financiero internacional trae algunas señales ominosas. Los expertos electorales apenas han tenido tiempo para quitarse el disfraz y sacar aprisa el traje de experto en finanzas internacionales y de inmediato comienzan a bombardearnos con mensajes poco alentadores. Intentan asustarnos de nueva cuenta, a nosotros que de espanto estamos curados. Son previsibles. Aunque no hace falta ser experto para saber que los platos rotos los pagan siempre los que menos ganan, que son también quienes más aguantan. Si aguantamos 30 años de farsa neoliberal que no aguantemos este infiernito financiero. Lo bueno es que los pobres son pobres por elección, según los expertos que aludí apenas.
No me iré sin mencionar que este sábado se cumple un aniversario más de la expropiación petrolera y más que la nacionalización del hidrocarburo, la concentración del sábado estará dedicada a enviar una señal a los de la llamada oposición. Seguimos en el pantanoso terreno de las percepciones, ¿quién será capaz de llevar más gente al Zócalo? Yo no iré, por supuesto. Pero será divertido presenciar un capítulo más de la guerra de cifras. Parece que ya vi esta película y, sin embargo, tengo la vana esperanza de que algo suceda, en este país en el que nunca pasa nada.
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