Política

Sí era penal

La ventaja de que nuestro futbol (así, como palabra aguda) sea tan deslucido y pobre en galardones tiene varias ventajas. Casi cualquier cosa que suceda con esos pobre muchachos puede traernos un poco de alegría. No conozco un solo ciudadano mexicano que sufra algo parecido a la decepción, porque sólo se decepciona el que alcanzó a abrazar algún sentimiento parecido a la confianza. Es como tener una pareja de esas tóxicas, que te hace daño y te deja secuelas pero no puedes dejar, quizá porque uno también posee un alto grado de toxicidad y porque esa pareja tuvo alguna vez un buen momento, un breve gesto que nos hizo atisbar la felicidad.

En esos matrimonios por conveniencia sucede algo similar a lo que pasa en las películas gringas de terror, en las que siempre aparece una familia con varios hijos encantadores y lindos. Por algún azar esa familia llega a una casa junto a un lago, o a un barrio horrible de una ciudad horrible; o se pierde en un viejo parque de juegos, o en una fábrica abandonada.

Desde que la familia se instala en el lugar endemoniado, comienzan a suceder cosas bien cabronas, terribles. Si esas cosas atroces me sucedieran a mí, y a mi familia, me iría a quedar con ellos en la Central de Autobuses más cercana, o en cualquier lugar donde hubiera bastante gente. Pero la familia de la película no se va por la simple y sencilla razón de que, si se fuera, terminaría la película a los 10 minutos de comenzada. El espectador lo sabe, aunque no lo dice porque, de algún modo, estableció una especie de pacto con el realizador y sus secuaces. Todos sabemos de qué va la cosa pero nos hacemos los occisos para permanecer en el cine, o en el sillón de nuestra sala, contemplando las peripecias de la terca familia de la película en cuestión y nos deleitamos con unas palomitas de maíz.  Y si eso no es la verdadera y efímera felicidad, entonces no sé de qué estamos hablando.

En estos días en los que transcurre el campeonato mundial de futbol más desangelado de todos los tiempos, me vienen, como caídas del cielo, estas reflexiones banales. ¿Y si ya todos sabemos que nos están tomando el pelo?

Es probable que lo hagan con nuestro consentimiento y hasta es posible que lo disfrutemos y que no podamos alejarnos de ese espectáculo tan deslucido, por la sencilla razón de que para nosotros tan sólo es un pretexto para poder pasar una tarde cualquiera con los amigos, o con la familia, mirando un partido que seguramente ya sabemos cómo terminará. Y está bien que así sea.

@contraperiplos

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Juan Casas Ávila
  • Juan Casas Ávila
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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