Cultura

Un hombre en hábito de mujer

Descendiente de uno de los fundadores y primeros vecinos españoles que llegaron con Gonzalo de Sandoval, enviado por Hernando Cortés a someter a los indios de la que luego llamó Villa de Colima, primero nombrada Villa de San Sebastián de los Caballeros (25 de julio de 1523), Rodrigo Manrique no dudó en otorgar su venia para que su primogénito Alonso sirviese como ayudante del escribano Hernando de Sarmiento a las órdenes del veedor Pedro Alméndez Chirinos fiel a don Nuño Beltrán de Guzmán.

Sabemos que la misión de Nuño era “emprender expedición hacia el occidente, contra los tebles chichimecas, pues su empresa compensaría las arduas luchas y los incesantes trabajos que dicha aventura le ocasionaba: ¡oro, gloria, poder y evangelio! Y así, con gran actividad organizó su hueste, compuesta por “…ciento y cincuenta de caballo y otros peones, bien armados…”, extraordinarios hombres de hierros, movidos por el anhelo de enriquecerse pronto sin importarles penalidades, combates y descalabros”.

Así que su encomienda, al menos la de Alonso ya de por sí en el apellido llevaba la penitencia de su ser y quehacer: Manrique, es decir, “hijo del hombre rico”, fue testigo de la conformación del estado mayor del seductor así como del cuerpo de peones y jinetes junto con el refuerzo de 7 mil indios aliados, capitaneados los mexicanos por Moctomatzin, Quechotilpatzin, Cahhuitzin, Tencacaltzin y Chaltzin; los huejotzincas por “Don Thomé”, y los tlaxcaltecos y xochimilcas por jefes cuyos nombres se desconocen”, junto con diversos traductores.

Alonso quedó marcado aquel Año de Nuestro Señor Jesucristo de 1529 con fecha del 21 de diciembre, tres días antes de la Pascua de Navidad, por el elocuente y largo sermón pronunciado por el padre Bartolomé de Estrada para que su amigo el Muy Magnífico Señor Nuño Beltrán de Guzmán tuviese éxito en su empresa. Entonces salieron airosos ya con la bendición y acompañamiento de la Divina Providencia. Asunto que los llenó de confianza y seguridad.

Pasaron por los reinos tarascos, luego por Chimalhuacán donde dieron nombre a sitios y ríos, pregonaron en las tierras de teules chichimecas, construyeron ermitas; por río abajo (probablemente porGuanajuato) rondaron por Coyna donde se enfrentaron a los indios e incendiaron su “populosa ciudad sembrando el mayor espanto y haciendo que sus habitantes permanecieron en los cerros” ya que los aliados indios “se mostraban crueles y sañosos con los vencidos”.

Visto el pueblo de Cuyzeo (Cuitzeo) se enfrentaron con 2 mil guerreros a quienes vencieron luego de cruzar el río conquistaron la isleta. Persiguieron a los pobres vencidos con saña, pero descubrieron “un hombre en hábito de mujer” que peleó como nadie. Averiguaron las causas de aquella vestimenta y “confesó que desde chequito lo había acostumbrado y ganaba su vida con los hombres al oficio; por donde mandé que fuese quemado y así lo fue…”, apuntó el joven escribano el precepto de don Nuño.

Manrique quedó aterrado de por vida.

Juan Carlos Porras

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Juan Carlos Porras
  • Juan Carlos Porras
  • Editor fundador de Grupo Ochocientos y actual director del Centro de Investigación y Estudios Literarios de León (CIEL-LEÓN).
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