El artista sabe que nadie puede molestarlo cuando trabaja porque si alguien lo hace, abolla cualquier desarrollo intelectual. Su primera y única defensa es la obra. No espera que llegue la crítica de arte porque sabe que no existe: “Es absurda”, manifiesta sin tapujos. Y recuerda que los griegos no la tenían presente porque no “eran una nación de críticos de arte”. Ahora bien, “¿cuál es nuestra deuda primordial con los griegos? Sencillamente el espíritu crítico, y este espíritu, que ellos ejercían en cuestiones religiosas y científicas, éticas y metafísicas, políticas y educativas”.
Es decir, la nación de críticos aludidos ejerció solamente “el más excelso sistema de crítica que el mundo haya visto jamás”. Se trata de la vida y la perfecta expresión de la vida, esta última es la literatura de donde se desprende la elaboración de “la crítica del lenguaje considerada a la luz de su aspecto puramente material, y la llevaron hasta un punto al que no podríamos llegar ni tan siquiera aproximarnos con nuestro sistema de acentuación enfáticamente racional o emotivo”.
De allí que nuestra crítica actual, inmiscuida más en la falsedad de los ideales por el abuso de las nuevas tecnologías, esté hecha más a los ojos y cada vez menos a los oídos. No tiene asomo al discurrimiento de los cánones de placer, entendidos estos como el encuentro de un ser humano con la Belleza por no decir con la estética a través de la obra de arte. Por ejemplo, un pseudo artista, un cuilón para ser justos, se hace cargo de la institución cultural nuestra. Se presenta como al gran artista plástico porque egresó de una academia. Su trabajo más formal está ligado a las modelos de la moda en el tiempo.
Con la moda vendrán los zapatos que logran dar pasos con sendos movimientos trocaicos sin ser atractivos. Con dichos movimientos, mal colocados, tendrá a su musa por antonomasia: Kate Moss modelo británica a quien retrata en diversas formas plásticas y la expone a buena parte inculta de nuestra sociedad quien le cree también los movimientos tribráquicos. Por eso lo consagra como el artista más pleno de la fashion week leonesa.
Su entrada al mundillo cultural viene con el amparo del buen capital que con espíritu crítico no hace crítica de arte. O sea, nunca ha criticado, estéticamente, como Aristóteles, pero sí ha puesto, como nuevo concepto postmoderno, la estética de la mentefactura, entendida esta como el arte de emprender un negocio con el amparo de los recursos públicos para generar riqueza propia donde la verdad, la belleza, la moral y la intelectualidad no significan más que la abstracción del dinero.
El cuilón sabe que se mueve dentro de las especulaciones de la ciudadanización de la cultura cuando fue impuesta desde la Federación cultural hace veinte años. Pero él ha pasado de la piedad al terror a través de las pasiones de la belleza.
Juan Carlos Porras