En 1916 el periódico local Actualidades informaba que “son ya insuficientes los sepultureros que prestan sus servicios en el panteón municipal”. Y es que del 19 al 24 de septiembre hubo 308 defunciones. Y días más adelante, del 26 al 30 del mismo mes, se registraron 228 decesos. Es decir, los estragos del tifo en León con 536 muertos fueron contundentes.
Cabe mencionar que por la epidemia señalada el día 28 se cerraron los templos, teatros y cines. Luego, los leoneses poco prudentes y con mucho susto tiraron su basura, animales muertos •hasta en las calles céntricas• y en el cauce del Río de los Gómez se llenó de ropas, colchones y petates de tifosos.
Todo lo anterior comenzó en octubre de 1915 y no paró hasta marzo de 1917.
En ese contexto el doctor Ignacio Prieto diez años antes (1906) había presentado en la Academia Nacional de Medicina el descubrimiento del microbio del tifo. Dicha institución, no sin los intensos debates de los bacteriólogos, lo alentó “para que prosiga sus interesantísimos estudios sobre una enfermedad que tantas víctimas hace entre nosotros”.
Ya en el siglo XIX, año de 1892, se tiene registro en la historia nuestra de otra epidemia de tifo que, según se sabe, “causó gran cantidad de defunciones” pues “no hubo hogar leonés que no se hubiera visto enlutado por tan terrible azote”.
Es curioso mencionar que, para contribuir al mejor ánimo de los habitantes del rumbo, el P. José María Velázquez Deán de la Catedral Basílica de la Luz •a nombre de todo el pueblo• pidió a la virgen María madre de la Luz Increada que, de cesar dicha peste, a diario encendería de manera pública una lamparita que simbolizara el recuerdo y la gratitud perpetua de un pueblo doliente, así como también y principalmente su oración.
Así que para el mes de mayo de dicho año (1892) comenzó a verse en medio de las dos torres catedralicias, una lucecita roja •alimentada con petróleo•, sobre la cual bordaron diversas consejas populares. La más difundida fue aquella que era un milagro de la Virgen. El poeta P. Ángel Aranda le dedicó los siguientes versos:
¡Lamparita! ¡Lamparita!
Que cerca del cielo estás,
dile a mi Madre del cielo
¡que calme nuestro penar!
Por lo que se puede apreciar por las historias referidas, desde siempre se tuvo la certeza de ocupar todos los frentes posibles para abatir la guerra bacteriológica como ahora hacemos en el mundo contra el Covid 19.
En De animales a dioses (2014) Yuval Noah Harari nos alienta: “Las guerras no son peleas de taberna. Son proyectos muy complejos que requieren un grado extraordinario de organización, cooperación y pacificación”.
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* EDITOR FUNDADOR DE GRUPO OCHOCIENTOS Y ACTUAL DIRECTOR DEL CENTRO DE INVESTIGACIÓN Y ESTUDIOS LITERARIOS DE LEÓN (CIEL-LEÓN).
NOTA BENE
Para la construcción de este texto me apoyé en el libro León. 500 años de historia (UDL, 2002) de José de Jesús Ojeda Sánchez.