Cultura

¿Elogio del agresor?

Como personaje salido de una novela, muy al estilo flaubertiano, por aquello de tener el corazón seco, además de maldecir la aridez de la civilización que seca y aja todo cuanto se eleva al sol de la poesía y del corazón, el artero ataque a sir Salman Rushdie (Bombay, 1947) escritor británico de origen indio, nos deja dolidos a todos los que entendemos que “nuestra propia naturaleza no es de fiar, pues nos ha inducido a confiar en alguien indebidamente. Nos demuestra que, siendo realistas, no podemos fiarnos de nuestra propia capacidad de distinguir la verdad de la falsedad, en otras palabras, de reconocer la diferencia entre lo que es real y lo que no lo es”. (Harry G. Frankfurt, Sobre la verdad, pp. 103-104).

Ya en su momento nuestro afable autor de Los versos satánicos (1988) nos advertía de la irracionalidad práctica donde solemos alejarnos del justo medio, más cuando creemos que leer un libro sagrado, nos da el poder de saber arraigar sentimientos de confianza y con ello abatir a quien no piense como nosotros. Y es que la condena a muerte por una fetua del ayatolá Jomeini en 1989 al considerarla obra literaria una blasfemia contra el islam, provocó este acto de pensamiento contradictorio donde un irracional joven atacó al escritor en Nueva York.

Derrotado por sí mismo el joven Matar, 24 años de origen libanés, fue elogiado por el conservadurismo más radical de la prensa iraní quienes celebraron el embate hacia el non grato personaje. Su convicción, basada en el vigor divino, habla de los excesos de mente, cuerpo y alma que tenemos los que no pensamos como ellos: infieles nos llaman porque abalanzamos los instintos que nos llevan a construir la mascarada del horror contra el profeta.

Pero su elogio es sincero. No falto de verdades. En él no hay engaños mucho menos mentiras sino una ferviente defensa de la verdad que profesan. Pero entendamos que hay cierto pragmatismo que ronda las verdades relativas, mismas que les son útiles, para propagar su mensaje donde insisten, como en los versos de Bertold Brecht: “Y a ustedes, les ruego que no se enfurezcan / toda criatura necesita la ayuda de todos”.

Esta barbarie borra las huellas de la verdad en sí misma ya que: “Preocuparse por la verdad implica asimismo otras cosas: alcanzar una cierta satisfacción, y tal vez el placer del amante al reconocer y comprender verdades importantes que antes permanecían ocultas u oscuras; querer proteger del descrédito y la tergiversación nuestra apreciación de las verdades que ya poseemos; y en general, estar dispuesto a fomentar en la sociedad, en la medida de nuestras posibilidades, una sólida y estable preferencia por las creencias verdaderas sobre la ignorancia, el error, la duda y la manipulación”. (Sobre la verdad, pág. 120).

Juan Carlos Porras

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Juan Carlos Porras
  • Juan Carlos Porras
  • Editor fundador de Grupo Ochocientos y actual director del Centro de Investigación y Estudios Literarios de León (CIEL-LEÓN).
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