Entre el que escribe y el que lee hay un instante donde se finca la historia: rebelión que provoca el futuro. La expectante lucha por su espacio es signo de identidad. Su vasta búsqueda obedece al despliegue del significante y del significado. De allí que la poesía, el poema, tengan forma.
Pero cada prolongación, hablo del poema, la induce un lector.
Desde esta perspectiva se tiene por supuesto a la elocuencia como guía junto con “la moral del escritor” que “no está en sus temas ni en sus propósitos sino en su conducta frente al lenguaje” (Octavio Paz, Recapitulaciones).
El lenguaje real no es ambiguo sino la figuración del universo: espacio y tiempo se fusionan.
El poeta sabe hacer porque lo hace funcionar, quiero decir, lo que la tradición llama encarnación de la palabra.
Así pues, la palabra, desde su poética, niega.
Al negar el poeta, vincula la conversación con un desconocido de otro tiempo. Esto es: “poetizar la vida social, socializar la palabra poética”.
Con lo anterior, nuestro ser alado, ligero y sagrado (Sócrates dixit) busca sin duda su otra mitad: el lector.
El leyente funda su mundo desde lo que escucha por la palabra del poeta, pero en verdad “son los órganos de la divinidad que nos habla por su boca”.
Todo lo anterior lo podemos resumir en dos palabras: querer decir.
Se trata entonces de saber andar. Esto también significa ver y palpar el mundo: poner en libertad la materia.Entonces deriva la creación de imágenes.
Pero, ¿dónde queda la inspiración?
Para responder la pregunta baste decir: saber nombrar.
Al nombrar se le da vida al objeto y con ello se conversa, que, dicho sea de paso, es divino.
La creación, a la sazón, está vinculada al Ser.
El Ser imbuye al médium, es decir, al poeta que ve su mundo desde dentro: pero no olvida a la sociedad ni mucho menos al hombre común.
Esto hizo en vida José Luis Calderón Vela maestro y poeta que fundó una historia concreta: su vida.
Supo cantar bien para comunicarse con otros.
En dicho contexto: “El tiempo del poema no está fuera de la historia, sino dentro de ella: es un texto y una lectura. Texto y lectura son inseparables y en ellos la historia y la ahistoria, el cambio y la identidad, se unen sin desaparecer”. (Octavio Paz: 1972).
Por ello será historia, vida.
Termino este despliegue con un poemaque evoca a la historia: nuestro presente, nuestro instante: “Nos toca ahora, resguardar el polvo del hombre/ separarlo de los lodos de costumbre/ ayudar a que su Conciencia viaje, adonde debe, y vea las caras de Dios./ Sólo así restauraremos nuestra angustia.//
Requiescat In Pace nuestro querido amigo.
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Nota del autor: Para la realización de este texto me auxilié en: La casa de la presencia. Poesía e historia, OC 1, Círculo de Lectores-FCE, México, 2ª. Edición, 1994; 4ª. Reimp., 2003, 619 pp.
* Poeta leonés. Editor fundador de Grupo Ochocientos y actual director del Centro de Investigación y Estudios Literarios de León (CIEL-LEÓN).