Las remesas son envíos de dinero que los oriundos expatriados de un país envían a residentes en su país natal, también conocidas como transferencias internacionales de dinero. Los expatriados emigran expulsados por las comunidades en sus países por pobreza, inseguridad y en menor medida, como fuga de talentos que desean obtener un mejor nivel de ingresos. Las remesas por tanto son producto mayormente de condiciones no apropiadas de vida en el país de origen.
México pasó de ser el tercer país receptor de remesas en 2020 al segundo en 2021 desbancando a China de esa posición, al recibir más de 54 mil millones de dólares (mmd) de acuerdo con cifras del Banco Mundial, con un crecimiento del 25% y con expectativas de incrementar un 9.1% para este 2022. La India se mantiene como el mayor receptor mundial con cifras que superan los 89 mil mdd con datos al 2020.
Nuestro país es el líder receptor indiscutible en América Latina superando por mucho al resto de países reportados en el informe del Banco Mundial, superando la suma representada por Guatemala, República Dominicana, Colombia, El Salvador, Honduras y Brasil, y seguidos por Ecuador, Haití y Jamaica.
El costo de envío de remesas para el caso mexicano procedentes de Estados Unidos varía según el monto y puede ir desde un 4.3% para envíos promedio de 200 dólares hasta un 1.2% para envíos máximos de 2,500 dólares.
¿Nos debe llenar de orgullo el incremento sustancial año con año de las remesas? ¿Son estas producto de una gestión gubernamental para incrementarlas? ¿Nuestros compatriotas deben estar felices de dejar su tierra, familia, amigos y tierras para ir en busca de algo mejor?
Cualquiera que sea la respuesta, las remesas son sin duda una vía de escape a una crisis social en México.