Crónica de una muerte anunciada.
En nuestras últimas entregas hemos comentado sobre las disputas comerciales y diplomáticas que se han suscitado en el mundo en periodos recientes. Desde la asunción de Trump al poder, su única constante es su persistente cerrazón al comercio internacional, iniciando desde el primer día con el retiro de su país del Acuerdo de Asociación Transpacífico, para continuar después con la renegociación bajo presión del TLCAN con México y Canadá, y mientras tanto, tomando una serie de decisiones de política comercial con el incremento de aranceles contra Canadá en sectores sensibles como lácteos, madera y aeroespacial.
Pero la gota que ha derramado el vaso en el ámbito comercial ha sido con China debido a la imposición de aranceles a las importaciones de acero y aluminio, acto al que China ya reaccionó tomando represalias con aranceles del 25% a la importación de ocho productos norteamericanos entre los que se encuentran la carne de cerdo, vinos y frutas, además de la aplicación de aranceles del 15% a 120 productos más.
En la otra guerra -la diplomática- parece que los grandes bloques se vuelven a unir con el tema del intento de envenenamiento del ex espía ruso y su hija en el Reino Unido, a lo que la Gran Bretaña ha reaccionado de forma violenta contra Rusia acusándola de su autoría, lo que ha derivado en el apoyo de buena parte de los países europeos y de Estados Unidos, que se ha traducido en expulsiones masivas de diplomáticos rusos y a cierres del consulado en Seattle y San Petesburgo y, esta historia parece que apenas inicia.
Este escenario parecería ser un caldo de cultivo propicio para fortalecer la relación y solidaridad de rusos y chinos en contra de un oeste hostil y tiene todos los ingredientes para llevarnos a una nueva guerra fría en los frentes diplomático y comercial… Mucho tiene por hacer la diplomacia, aunque Trump ya haya despedido recién a su secretario de Estado Rex Tillerson.