El año que arranca tiene la imposible misión de hacernos olvidar el anterior; 2021 no nace como fecha, sino como lugar: parece un refugio del futuro al que queremos llegar. Mientras avanzaba el angustiante 2020, fuimos construyendo un sustituto que nos compensara por esas cosas que padecimos en el camino. Al 2021, más que pedirle esperanza, le estamos exigiendo una indemnización. .
Durante todo este tiempo, el deporte nos enseñó como pocas veces en su historia que trazar una meta, es tan importante como cruzarla. El año que encerramos en un laboratorio, será consultado el resto de nuestras vidas. No habrá forma de deshacernos de él, viéndolo deportivamente, ha sido una dolorosa derrota de la que tenemos que sacar muchas lecciones para levantarnos. En los próximos días, semanas y meses, sabremos qué tan cerca estamos de recuperar esa sensación de libertad que valorábamos tan poco. Sin saberlo, el deporte y sus estadios se convertirán en un índice de la recuperación.
El día que volvamos a ver y disfrutar del apasionante contagio de un estadio lleno sin correr ningún riesgo, habremos ganado mucho. El Movimiento Olímpico, representado por Los Juegos de Tokio, se convertirá en uno de los grandes símbolos de la recuperación. A lo largo de su historia, el Olimpismo ha funcionado como uno de los ejes que, en tiempos de oscuridad, consiguen iluminar a la humanidad. Guerras, crisis y catástrofes, encontraron un mensaje de paz, confianza y unidad. Tokio 2021 tendrá una enorme responsabilidad con el futuro del deporte. La reorganización de Los Juegos como un motivo de renacimiento y reunión, será una alegría para todos.
Han pasado tantas cosas, que olvidamos la importancia del deporte en nuestra sociedad. En el año más complicado que recordamos, fue un compañero para millones de personas que, a pesar de la distancia y soledad, encontraron en su disciplina y rutina, un poco de normalidad.