Entre cambios, traspasos, ventas, vetos, compras, ofertas y fichajes, el mercado ha sido el protagonista del juego en las últimas semanas. Messi se fue del Barça, Cristiano volvió al United y a Mbappé no lo dejaron ir del PSG al Real Madrid. La vida de todo futbolista está marcada por un equipo, pero cada vez es más difícil encontrar jugadores que hayan vestido la misma camiseta toda su carrera. Esas historias de lealtad pertenecen al romanticismo del futbol: un género olvidado.
En Inglaterra, donde más casos existen, hay uno que deberían conocer todos los agentes del juego: el jugador que no quiso ser Dios. Nacido en el archipiélago británico del Canal de la Mancha, a 30 kilómetros de Normandía, Matt Le Tissier creció en Guernsey: una isla dentro de otra isla. El día que dejó su pueblo cruzando el Canal para llegar a Southampton, dijo que había sido como viajar a la luna.
Tenía una delicada pierna derecha, amarrada al cuerpo de un costalero del muelle. Viéndolo así, su historia es la de muchos futbolistas desconocidos por el gran público, que nunca tuvieron la oportunidad de jugar en otro lado. Pero Le Tissier, a quien los ingleses consideran crack, tuvo una oferta del Liverpool que rechazó diciendo: sería fácil jugar en Anfield, pero prefiero jugar al filo del abismo, en Southampton.
Vinieron a buscarlo del Arsenal y United; Le Tissier les agradeció: debe ser bonito jugar para ustedes, pero créanme, es más bonito ganarles. Lo intentó fichar la Lazio: no voy a entender su idioma; se disculpó. La Juve le ofreció un salario millonario: es demasiado dinero, perdón, no valgo tanto.
Cuando por fin acepta un precontrato del Tottenham, se arrepiente y días después lo rompe. En 2003 termina su carrera donde empezó. Jugó 528 partidos en Southampton, marcó 201 goles, cobró 50 penales, solo falló uno, en su isla le llaman: Le God. A veces, el mercado "endiosa" a los hombres equivocados.
José Ramón Fernández Gutiérrez De Quevedo