Entrevistar a un árbitro era tarea imposible: no hablaban y no escuchaban, solo observaban, esa era su única misión.
Así que no tenía mucho sentido hablar con ellos, primero porque lo tenían prohibido y segundo porque ninguno de ellos quería hacerlo uniformado como árbitro de futbol, al borde de un terreno de juego y finalizado el partido.
Hablaban los árbitros retirados, los que estaban muy cerca de retirarse o aquellos que hablaban como portavoces del gremio. Para acabar pronto, los aficionados no conocíamos la voz del árbitro en el campo, en la radio o en la televisión.
David Faitelson le puso una vez un micrófono a Eduardo Brizio en Ciudad Universitaria durante un Pumas contra Veracruz para un reportaje que se emitió en Deportv y aquello fue un éxito periodístico y arbitral: los aficionados gozamos escuchando la voz del árbitro y el arbitraje se presentó como un oficio humano, natural y deportivo.
Sin embargo el ejercicio fue censurado y señalado como disruptivo, rebelde y revolucionario; ninguna de estas posiciones suelen gustarle a FIFA y a sus asociados de tal forma que aquel documento de información, transparencia y espectáculo televisivo, fue desechado.
Con el tiempo y, a partir de entonces, la voz del árbitro en su versión ex árbitro empezó a ser más escuchada, buscada y solicitada en los medios hasta convertirse en parte del show.
Hoy los árbitros se comunican en vivo con los aficionados y televidentes sin caer en la cuenta que la voz del árbitro en la antigüedad, era una voz que nos hacían creer oscura, misteriosa y de ultratumba.
Es una pena que el futbol haya desaprovechado durante tantos años la voz del árbitro, puedo asegurar que hablar con un árbitro y sobre todo aprenderle, es una de las experiencias más enriquecedoras que tiene el futbol.
Los árbitros saben del juego y lo cuentan de una manera tan rica y agradable, que da gusto escucharlos.