Ilusión óptica. Estrenar técnico y ganar, es una costumbre muy fea: en pocas palabras nos explica cómo un equipo que no hablaba, no jugaba y no conectaba, ahora sonríe, la toca y vuela. Pasa en todos los equipos y pasa con todos los técnicos, en realidad es una ilusión óptica. En un par de días puede cambiarse la dinámica, cambiar las rutinas, cambiar el estado de ánimo y cambiar la motivación; lo que no cambia de un día para otro son las personas, las relaciones personales y la personalidad de un equipo. Antes o después, el equipo que cambia de entrenador vuelve a ser el mismo. No es lo mismo cambiar la cabeza, que cambiar el corazón.
El miedo. Uno de los seis grandes clubes españoles se juega el descenso, Valencia: un clásico, campeón, capital, buque insignia y estandarte de LaLiga, vivirá las últimas semanas del campeonato en la parte más seca de la tabla. Esa zona donde aprieta el calor, los grupos transpiran, los jugadores se cagan, los directivos tragan saliva y los aficionados rechinan; es la última frontera de la historia: al cruzar la línea que divide primera de segunda, el futbol emprende un camino muy estrecho. Los equipos grandes, llenos de jugadores caros, buenos y bien peinados, no están hechos para el terror de jugar abajo. Tarde o temprano el nervio falla, la presión estalla y el canalla gana la batalla. Una Liga sin descenso, es una competencia con miedo.
Confesión. Un partido sin relevancia, sustancia ni resonancia para millones de aficionados al futbol, terminó 1-2 en favor del visitante: el Valladolid, decimocuarto en la tabla, había vencido al Villarreal, sexto general del campeonato español. Algunos miles en el estadio y decenas de miles que lo vieron por televisión, fueron los únicos aficionados en el mundo que pusieron atención, con todo respeto, a este insignificante juego. Al final del partido Dani Parejo, un futbolista honesto, tomó el micrófono, miró de frente a la cámara y habló desde la cancha parado en la línea que separa al jugador del aficionado: “Con este tipo de juego que intenta perder todo el tiempo para no jugar, estamos invitando a la gente a no ver más futbol”. Parejo acaba de confesar el gran pecado del futbol: mentir.
