Cómo nace un clásico y sobre todo, cómo sobreviven los clásicos al paso del tiempo es algo que todos los aficionados al deporte sabemos: lo primero es perder uno de forma dolorosa, lo segundo es fijar la fecha de revancha y lo tercero es ganar de manera dramática; a partir de ahí hay que encargarse de articular un buen relato de los hechos, vender bien la historia, elegir protagonistas, repartir los papeles de héroes y bandidos a discreción, aprovechar los detalles más polémicos, reproducir las declaraciones más explosivas, marcar agenda con la prensa, dejar un par de frases para la posteridad y promover el próximo capítulo contra el mismo rival.
El resto es repetir la fórmula cada enfrentamiento y esperar que los años hagan su trabajo, añejando ese partido en un lugar especial en el calendario.
Ahora tenemos un clásico que en función de su dimensión social o su composición geográfica puede ser metropolitano al que algunos llaman “derbi”; y los regionales nacionales o internacionales, de los que a nivel de clubes hay pocos: la mayoría de ellos europeos y casi todos, protagonizados por Real Madrid.
El clásico Madrid contra Bayern Münich al que llamaban la “Bestia Negra” arroja hasta hoy 12 victorias para españoles, 3 empates y 11 victorias para alemanes, el clásico más jugado en Europa; le sigue por la crudeza de sus victorias el clásico contra el Milán, 6 para los italianos, 3 empates y 6 para los españoles en la historia de las Copas de Europa; de ahí para abajo son clásicos el Madrid vs. Inter, Juventus, United y Liverpool.
Hasta que ayer se agregó a esta lista el Manchester City de Guardiola, equipo y rivalidad que por el espectáculo y los agarrones que han tenido con el Real Madrid, alcanza esta denominación.
La ida de los cuartos de final de la Champions League jugada ayer en el Bernabéu con empate a 3 en un juego poético y aguerrido, es el documento que lo acredita.