La Champions post-covid exhibe un gran damnificado y un eventual ganador: Barça y PSG son el pasivo y el activo del torneo. De la crisis mundial en su capítulo económico, el Barça destaca por su desplome financiero, comercial y deportivo, consumado en año y medio de gestión. La misma crisis, mandó doblar campanas por el mejor equipo en la historia de París, donde parece que tienen el dinero por castigo.
Antes de la aparición del virus, el Barça rompió la marca de ingresos anuales para un equipo de futbol con mil 47 millones de euros. Pero esa fortuna se diluyó entre los gastos de operación, las obligaciones de un pasivo monumental, una serie de fichajes inservibles y el costo de la nómina más cara de la industria.
Sin ingresos durante la pandemia y con innumerables cuentas por cubrir, el equipo que dominó el juego y su comercialización, marcando tendencia dentro y fuera del campo durante la última década, se convirtió en un pedazo de papel: pague su deuda aquí. Verlo jugar tan indefenso y descastado causa angustia, por la rapidez y facilidad con la que fue derrumbada una civilización.
Messi, como símbolo de una era que termina, al final logró escapar de esas ruinas cambiándose al barrio que representa el nuevo poder de la Champions. Equipos como el City y en su caso el PSG, solo tienen una preocupación: ganar algo, aunque se pierda dinero. Arrancando temporada en Brujas, sin que esto parezca un presagio, el equipo más rico del mundo deberá darle otro valor al juego.
Lo curioso es que el mejor Barça de la historia, uno de los tres mejores equipos de todos los tiempos, no costaba la décima parte de lo que cuesta este PSG; quien tiene la oportunidad de demostrar que se puede jugar muy bien al futbol siendo millonario. El panorama de la Champions cambió: veremos el drama de equipos grandes jugando sin dinero, y la aventura de equipos ricos buscando grandeza en el juego.
José Ramón Fernández Gutiérrez de Quevedo