Y, sí, como haya sido que fue, llegó el otoño, ya está aquí octubre, entre cubrebocas y alcohol en gel, clases virtuales, revisar trabajos, el escritorio y la computadora se vuelven tiranos despiadados que hacen que las fechas se te extravíen, el sueño se esfume y la vida sea monótona. Pero siempre la vida tiene dos caras, dos matices que hay que saber encontrar; en mi pequeño jardín, modesto pero atiborrado de plantas, la vida sigue, las naturaleza siguen su marcha, la vida sigue su ciclo.
Salgo al pequeño jardín atribulado de tanta información, me siento en mi mecedora y al tratar de afocar la vista el jardín me recibe con múltiples destellos florales con un fondo de diversos matices verdes, por allá destacan como pinceladas de un cuadro de pintor impresionista los racimos rojos destellantes de la “salvia microfila”, las trompetas amarillas de los “san pedritos” y del “tabaquillo silvestre” (que aquí cultivo), las conspicuas flores blancas del orégano, que contrastan con el color lavanda brillante de la flor del “cenizo” que con las escaramuzas de lluvia se la ha pasado floreciendo y atrás emergen, a manera de un ramillete gigante, los racimos morados con blanco de la salvia morada o “salvia del colibrí”.
Graciosamente, una rechoncha abeja carpintera negra se posa golosa a libar néctar en los flósculos de esta salvia y con su peso el largo racimo se mece sin que al abejorro le importe el gracioso balance del raquis de ese racimo. Luego, el chirrido de un ave me llama la atención y entre las ramas de un jujube, que vuelto loco con el clima regala su segunda tanda de nísperos, distingo a un colibrí que se acerca, se que llegará a la salvia morada, es una garantía; es mágico ver su gracioso y veloz desplazamiento para detenerse en el aire y libar de las flores, mientras los tímidos rayos de sol de esta fresca y agradable mañana chocan con sus plumas permitiendo descubrir los brillantes tonos verdes tornasol en su plumaje y lo caprichoso y grácil de su diseño.
Así, encontrando relaciones entre insectos, aves y plantas, en mi vida jardinera he descubierto grupos de plantas, como las salvias, fáciles de conseguir, muy adaptables, de flores hermosas y muy diversas. Salvia es el segundo género más numeroso de plantas mexicanas, con 292 especies, sólo superado por el género Mammilaria (cactáceas) que cuenta con 306.
Nada como un jardín para aprender, para que te regrese la conexión a tierra, que te permita respirar mientras ayudas a recrear la vida misma, nada como disfrutar de los ritmos de la vida, de las flores, del calor y del frío; a pesar de todo la vida sigue, respiremos pues.