La locación pudiera ser Ciudad Gótica, Nueva York, Paris, la CDMX, Torreón, Gómez Palacio o Lerdo…hay una huelga de recolectores de basura, hay una plaga de ratas enormes, hay violencia en las calles…una ciudad distópica (distopía, lo contrario a la utopía), hundida en la anarquía y el casos.
Arthur Fleck (magistralmente interpretado por Joaquin Phoenix) es un hombre solitario que vive en un pequeño departamento con su anciana madre, a quien cuida con esmero y con quien disfruta regularmente de un programa de televisión, el talk show “En vivo con Murray Franklin” (Robert de Niro).
Fleck, quien se gana la vida como payaso en una pequeña agencia comercial y sueña con ser standupero, se encuentra bajo tratamiento por sus problemas mentales gracias a la asistencia social, programa que será suspendido por el gobierno (¿le suena familiar?) dejando a Arthur Fleck sin oportunidad de medicación.
Las pérdidas, golpizas, abusos e incomprensión de la gente, el descubrimiento de una historia infantil de abuso, descuido y orfandad, derrumban la débil barrera entre la persona que lucha por sobrevivir y el psicópata que de repente se ve armado con un revólver.
Un triple asesinato en el metro hará famosa la imagen de un payaso “justiciero” en la polarizada lucha en Ciudad Gótica entre “los que han hecho algo por su vida” (el papá de Batman, dix it) y los parias o payasos; acaso, ¿le suena familiar la polarización en la sociedad?
La historia que el director Todd Phillips arma con una excelente música, fotografía, escenografía y reparto, se difumina entre lo que quisiéramos entender como la realidad y las alucinaciones de Fleck; ya sean sobre su guapa vecina o su presencia en el talk show de TV. Lo que vemos, no necesariamente será real.
La impecable dirección de Phillips y la increíble interiorización de Joaquin Phoenix en el personaje central de la película, nos dan un extraordinario golpe de realidad de una sociedad que señala a quienes escapan de sus patrones, de una sociedad enferma que corta oportunidades y condena. Seguramente, la mayor parte de la audiencia esperaba un filme lleno de efectos especiales y el mayor efecto es el espejo en que se convierte la pantalla; sin salir del cine, la realidad te pega de lleno y entiendes que no entendemos.