Para que el espectador pueda apreciar mejor la imagen de un paisaje capturada en un lienzo, debe poner atención a lo que el artista quiso trasmitir al momento de plasmarlo. Y esto no debe limitarse solo al aspecto estético de los elementos que en conjunto integran la obra, sino a la variedad de atmósferas coloridas que se diluyen en el cuerpo de la pintura. Esto permite dividir la observación entre forma y fondo.
En apariencia parece que es muy fácil lograrlo, pero se requiere conocimiento de técnica, manejo de materiales y desde luego experiencia, u oficio, como le llaman los artistas del pincel. Uno de estos pintores es Héctor Orozco.Alteño pero residente de Zapotlán el Grande, desde hace muchos años. Aunque estudió Artes Plásticas se considera un autodidacta y alguien que siempre está en búsqueda de nuevas tendencias en los terrenos del Arte.
Aunque la figura humana, el barroquismo, las puertas de todo tipo, y los temas abstractosno le son ajenos, desde siempre se ha involucrado en la concepción del paisaje rural, pero con una característica que lo define como parte de su estilo: eliminar construcciones y objetos que invaden y a la vez impiden apreciar la belleza natural del paisaje.
Además de los cerros y los volcanes que aparecen majestuosos, están de vuelta las veredas y los caminos que con el paso de los años la mancha urbana fue absorbiendo, o el implacable asfalto se encargó de sepultar todo vestigio. Su presencia se cubre con la luz de un azul cristalino.
El verde follaje resplandece en atardeceres ocres, y la tibia tranquilidad de las aguas de la Laguna de Zapotlán es acompañada por una barca sin remos y sin tripulación que yace en las orillas, atada a un madero, esperando que alguien llegue y se anime a navegar.
Más que una vuelta al pasado, lo que su autor pretende es mostrar en su estado natural aquello que desplegó belleza, que ha sido eclipsado por la incansable modernidad. O algo peor: sitios que fueron devastados en su totalidad, como arroyos, lagos y riachuelos. De los que pocos recuerdan o no quieren hablar porque lamentan su pérdida.
Las emociones no se trasmiten, se forjan. Cada cuadro refleja el sentir del artista y espera que el espectador perciba una experiencia visual de acuerdo a su estado de ánimo.El conjunto de prismas y representacionesal óleo son el resultado de la observación y de una febril capacidad imaginativa. Por eso cada historia se cuenta sola.
La exposición Memorias del Alma, es de los trabajos más recientes de Héctor Orozco en su ciudad adoptiva, pero espera pronto llevarla a la Capital del Estado. Vale la pena admirar estas obras porque se trata de alguien que pinta con certero equilibro:la realidad y los sueños.