Cultura

Flores amarillas, patas de conejo y libros

  • Paisajes abreviados
  • Flores amarillas, patas de conejo y libros
  • José Luis Vivar

Los rituales, manías o amuletos de los escritores son algo que en ocasiones ha pasado desapercibidos. Quizás estas conductas para mucha gente sean catalogadas como excéntricas o intrascendentes. Lo cierto es que detrás de cada autor hay algo más allá de sus escritos, algo que los caracteriza y poco o nada sabemos.

A este respecto, Mario Vargas Llosa en su novela La Tía Julia y el Escribidor menciona el extraño caso de Pedro Camacho —personaje tomado de la vida real—, un prolífico autor de radionovelas que para conseguir mayor inspiración en su trabajo usaba infinidad de trajes, vestidos, pelucas, lentes, y demás objetos de utilería, porque de esta forma lograba caracterizar mejor a los hombres y mujeres de sus obras.

Otros autores en cambio recurren a fechas para el desarrollo de sus historias. Tal como sucede con la chilena Isabel Allende que comienza sus libros puntualmente cada 8 de enero. Esto quiere decir que si termina una de sus novelas por ejemplo en marzo o abril, se toma el resto del año para otras actividades, y vuelve a la computadora cuando llega ese día. ¿Por qué?  Porque en esa misma fecha de 1981, ella vivía en Venezuela, cuando recibió una llamada de Chile, informándole que su abuelo agonizaba. Como respuesta comenzó a escribirle una extensa carta que se convirtió en su primera novela: La Casa de los Espíritus.

En otro contexto se halla Gabriel García Márquez que para escribir en su estudio la temperatura debía estar a determinada temperatura, además de un jarrón con flores amarillas. Si esto no se cumplía no podía escribir. Como tampoco lograba hacerlo Juan Ramón Jiménez —autor de Platero y Yo—, quien no soportaba el mínimo ruido y por eso tenía una habitación forrada de corcho, o bien se recluía en monasterios.

Y si este tipo de ritos sorprende, no es nada comparado con lo que se han enfrentado jardineros y demás empleados cuando entran al lugar de trabajo de Dan Brown y lo encuentran colgado de cabeza. El autor de Ángeles y Demonios y El Código Da Vinci, gusta de hacer esto —manteniendo sus tobillos encadenados al techo de su casa—, para obtener una mayor irrigación en su cerebro.

Aunque hay manías menos peligrosas, entre ellas podemos citar a Ernest Hemingway quien solía llevar un par de amuletos en sus bolsillos: una castaña de la India y una pata de conejo que dicen las frotaba al momento de escribir.

O el director tapatío Guillermo del Toro que en la habitación de una de sus casas de Los Ángeles, tiene un dispositivo electrónico que todo el tiempo emite el sonido de la lluvia, incluidos los truenos. La razón es simple, en la población californiana casi no llueve, y dice que si algo extraña de Guadalajara, son precisamente los días lluviosos.

Insólitos, anormales, curiosos, como se les quiera llamar, cada autor tiene los suyos; algunos los hacen públicos y otros los mantienen en secreto. Lo más importante es que a nadie le hacen daño. Todo sea por escribir mejor, por entregar nuevas obras de calidad literaria, y también por llamar la atención. Así ha sido, así sucede y seguirá sucediendo.

José Luis Vivar


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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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