Propongo establecer una legislación que garantice la calidad arquitectónica y urbana en la vivienda asequible, de interés social o cómo se le quiera llamar. Es posible lograr calidad, belleza y funcionalidad en casas y viviendas reducidas, siempre y cuando se de atención a su proyecto.
De entrada, evitando las casas en serie, de menos, en series infinitas. Es válido repetir un modelo unas cuantas veces, de preferencia, con algunas variantes, pero hasta allí. Por ejemplo, en un conjunto de mil casas, pudiera haber, de menos, 20 o 30 prototipos distintos; lo específico puede analizarse más adelante. Alturas interiores menores de 2.50 o 2.70 metros libres, fuera. Diseños monótonos o desganados, igual. Esto, aparte de temas como ubicación, equipamientos, costo y calidad constructiva, debatidos en otros espacios.
En la historia de la arquitectura y las ciudades, la vivienda colectiva ha producido conjuntos urbanos brillantes: los pueblos de montaña y mar, los barrios viejos de tantas ciudades históricas, las casas para obreros europeas, o las privadas y vecindades de aquí, todos, ejemplos edificados con recursos razonables y materiales adecuados. El problema nunca fue la falta de medios, sino la creatividad, interés y esfuerzo de los involucrados: autoridades, promotores, arquitectos y constructores. No hay motivo por el cual la buena arquitectura en la vivienda social no pueda recuperarse.
Para instrumentarla como normativa, tendría que consensarse con promotores inmobiliarios y organismos como Infonavit y Canadevi, quienes, en principio, verían incrementar algunos costos operativos, que, al final, les beneficiarían. Lo mismo con las autoridades municipales, encargadas de otorgar los permisos de construcción. También se necesitaría la participación de colegios y academias de arquitectura; los arquitectos nos veríamos favorecidos al aumentar nuestro espectro laboral.
Quizá haya una dimensión subjetiva en esta propuesta, pero espero que valga la pena analizarla y, de ser aceptable, precisarla y hacerla objetiva en beneficio de nuestras ciudades y de los millones de personas que habitarán estos hogares. Voy a proponer a la Academia Nacional de Arquitectura, Capítulo Guadalajara, de la cual soy miembro, revisarla. Si la Academia la viera viable, me apunto para trabajar en ella e impulsarla.