La reciente demolición de la finca patrimonial de la calle José Guadalupe Zuno, en la Colonia Americana, me hizo preguntarme si Guadalajara necesita más torres en sus áreas centrales, y en sus barrios y colonias patrimoniales. La respuesta es no. Sobre todo, cuando se hacen mal, cuando incumplen las normativas y agreden su entorno. Es cuando pienso que la ciudad ganaría mucho evitándolas en estas zonas.
Construir torres no es “malo”. En la ciudad hay buenos ejemplos, pasados y presentes. Y zonas donde quedan bien, como Andares o la llamada “Zona Real”. También es válido hacer negocios inmobiliarios, cuando se hacen correctamente. Pero, la mayoría de estos especímenes arquitectónicos no ha sido positivo en sitios centrales de la ciudad, en sus colonias viejas y en las consolidadas.
Para comenzar, las infraestructuras y los servicios son un interrogante, ¿son suficientes para proveer a todos sus nuevos residentes sin dejar sin agua y luz a los vecinos de antaño? Muchas torres incumplen las normativas de densidad, altura y huella construida, agrediendo a barrios y colonias, impactándolas por su magnitud; edificios de doce o catorce niveles junto a casas de uno o dos pisos. Sus enormes fachadas laterales ciegas son verdaderos búnkeres, que avasallan las casas vecinas.
Por su altura, las torres miran a todos lados, invadiendo la privacidad de las fincas inmediatas. Otras, se hacen con diseños pobres, o, de plano, feas y agresivas, encristaladas, rompiendo la imagen de las zonas patrimoniales a las que vuelven anodinas, restándoles carácter y significado. Y, de encima, demuelen fincas valiosas para construir sótanos de estacionamiento.
Sin torres de este tipo, aparecerían nuevas formas de hacer la vivienda céntrica que se necesite, creciendo las casas unos cuantos pisos, a lo que ahora llaman “desdoblamiento urbano”, o construyendo edificios compactos de cuatro o seis niveles, los que, según el destacado arquitecto inglés Richard Rogers, estudioso de la ecología urbana, son los más sustentables. El negocio inmobiliario se distribuiría más equitativamente, entre más personas, sin concentrarse en manos de unas cuantas empresas que degradan la ciudad de todos.
Guadalajara no necesita más torres en su núcleo, más bien, son los promotores de estas los que necesitan a la ciudad. Aprovechemos esta coyuntura para normarlas, de manera que, las que se tengan que hacer, se hagan bien.