Si algo caracteriza a Guadalajara, es la gran cantidad de lotes baldíos, pequeños, medianos y grandes, esparcidos por toda la ciudad, desde las periferias marginales hasta las colonias más adineradas. No hay sitio de la ciudad que se salve de estos predios vacíos, vacas en engorda, esperando ser negocio futuro. En un contexto donde demasiados no cuentan con una vivienda, o con un espacio para edificarla.
¿Por qué en otras ciudades del mundo no hay baldíos, o, de menos, no en tal cantidad y extensión? ¿Cómo los controlan o previenen su exceso, y, sobre todo, cómo los aprovechan?
Muchas ciudades europeas aplican regulaciones estrictas que controlan el desarrollo de la tierra, evitándolos. Imponen impuestos altos o multas a sus propietarios para desincentivarlos de dejar espacios sin uso, y para motivarlos a desarrollar sus propiedades. Implementan programas de revitalización urbana que incluyen la renovación de áreas abandonadas y degradadas, comprando y reutilizando espacios vacíos para proyectos de vivienda, parques y otros fines públicos. Y, ofrecen incentivos, subsidios y asistencia técnica a los propietarios que desarrollen terrenos ociosos, contribuyendo a un entorno urbano ordenado y seguro.
Londres, Berlín y París cobran impuestos elevados a propietarios de terrenos y edificios vacíos para paliar la crisis de vivienda y revitalizar las áreas urbanas; Barcelona, para combatir la especulación inmobiliaria y promover un uso adecuado del suelo. En 2013, Londres implementó el "impuesto sobre las propiedades vacías de larga duración" (Empty Homes Premium),para desincentivar su retención y fomentar su conversión en vivienda, haciendo que sus propietarios paguen el doble del impuesto normal. Medidas que desincentivan la especulación inmobiliaria en una ciudad con una carencia de habitación asequible grave. Ahora, la autoridad tiene también la facultad de imponer órdenes de compra en ciertos inmuebles.
(https://www.bbc.com/mundo/noticias/2015/12/151202_economia_mansiones_vacias_londres_lf).
En Guadalajara se requieren incentivos para aprovechar sus numerosos baldíos, máxime, cuando la vivienda es inalcanzable para muchos, entre ellos, casi todos los jóvenes, primordialmente, por lo caro del suelo. Un absurdo a revertir.
